Sanar en comunidad (educativa)

Mientras varias escuelas particulares ya iniciaron clases, y se acerca el inicio en las públicas, la centralidad en los estudiantes no debiera hacer perder de vista las necesidades del personal de las instituciones educativas.

Durante el conflicto armado interno en que el país enfrentó al terrorismo, las y los docentes fueron abandonados por el estado en el primer frente, especialmente en ámbitos rurales y con población indígena. Es cierto que algunos se adhirieron a las fuerzas subversivas, pero muchos otros las combatieron en primerísima línea, en lo ideológico y en el mismo combate, con no pocos mártires y sobrevivientes.

Nuevamente, ese parece ser el plan para rescatar a una generación de dos años de educación deficiente, sucesivas pérdidas, duelos y bajo desarrollo socioemocional: Dejar al personal docente, auxiliares y directivos en solitario al frente de la batalla. Con un escaso número de profesionales de la psicología tanto en el sector educación, como en salud, quienes deberán o intentarán dar un soporte emocional a niñas, niños, adolescentes, así como jóvenes y adultos de la básica alternativa, son personas que también han debido sobrevivir a la pandemia.

Si bien el personal docente cuenta con seguro de salud, especialmente el nombrado en el sector público, y el que está en planilla en el privado, no necesariamente están recibiendo un apoyo psicológico para enfrentar las secuelas del estrés por la recarga laboral que significó (y sigue significando) adaptar su práctica a las normas sanitarias por pandemia, las pérdidas económicas por la crisis o por enfrentar la enfermedad ellos mismos o sus parientes, y especialmente los duelos por las pérdidas de personas cercanas, o ser sobrevivientes de COVID. No solamente existe un problema de cobertura, sino especialmente una estigmatización a los problemas de salud mental, y una banalización de sus efectos.

Un escenario ideal implicaría asegurar la atención y/o acompañamiento psicológico al personal de las IIEE, incluyendo una adecuada cobertura de psicólogos en las IIEE a nivel nacional. Pero aún cumpliendo ese ideal, se requiere impulsar el apoyo y solidaridad mutua, para una comprensión empática que permita aprender nuevas formas saludables de relacionamiento.

Considerando esta necesidad de construir una convivencia armónica y que sea un soporte para estudiantes y personal de las IIEE, juntamente con la realidad de la actual oferta psicológica en los sectores de salud y educación, y la resistencia a demandar apoyo, una alternativa viable, y con sustento en experiencias de afronte a crisis, debiera ser apostar por una atención comunitaria, tomando como unidad a la comunidad educativa, y como actores y agentes de cambio al personal docente.

Es decir, focalizar, especialmente en este primer momento la atención psicológica en las escuelas a la recuperación emocional y psicológica de las y los docentes, para posteriormente fortalecer sus capacidades en promoción y prevención de problemas de la salud mental, que incluyan acciones grupales con el apoyo del personal de psicología disponible en los sectores educación y salud de manera articulada, que a la vez permitan fortalecer el uso de los servicios individualizados de salud psicológica, al reducir los prejuicios y estigmas que existen contra estas especialidades de la salud.

Esta propuesta además de pertinente permitiría un uso eficaz de los recursos presupuestales y humanos, en tanto se incrementan en el mediano plazo.

La manera de concretarlo implica un plan de trabajo que inicie con el mapeo y distribución de cobertura considerando como unidad de análisis a las instituciones educativas. Luego implicaría el trabajo en la recuperación de la salud psicológica del personal docente, directivo y auxiliar, a través de estrategias grupales e individuales cuando se requiera. A partir de ello, una segunda fase sería la implementación de estrategias comunitarias con el liderazgo de este personal fortalecido, que permitan la promoción y prevención de problemas de salud mental y socio emocionales en las y los estudiantes y sus familias. Finalmente, estas estrategias permitirán evaluar y concretar atención y/o derivación especializada a quienes lo requieran.

Pero todo inicia con la atención a las y los docentes. “Nadie da lo que no tiene”, señala una frase del profesorado, y aplica también con respecto a su salud mental.




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