La aseveración de un “racismo inverso” es imposible.
El racismo supone una estructura de poder, y para que se invierta, tendría que
invertirse el poder en la sociedad
, y eso no ha sucedido, ni es el objetivo de quienes luchan
contra ello. Sin embargo, sí sucede algo, y acá lo explicamos con manzanitas.
La forma en que trabaja nuestro cerebro para
procesar toda la información que recibe es agrupando y clasificando. De esa
manera reacciona ante un nuevo acontecimiento basado en una experiencia similar
previa. Muchas veces no es una experiencia la que brinda la información, sino
que esta es transmitida por la sociedad, a través de las familias, la
comunidad, la escuela, los medios de comunicación, y hoy también las redes
sociales.
Este mecanismo facilita la construcción de
estereotipos, que son transmitidos por la sociedad. Un estereotipo puede ser
positivo o negativo, incluso ambiguo según cómo valoremos esa característica.
Por ejemplo, considerar que los asiáticos y sus descendientes son buenos en
matemáticas y tecnologías es un estereotipo que no es negativo, pero dado que
existen miles de excepciones, es una generalización sobre un grupo poblacional,
y por tanto un estereotipo.
El primer peligro de los estereotipos es que nos
limitan al momento de conocer al otro, pues esperamos determinadas cualidades y
comportamientos a partir de lo que nos han transmitido como característico del
grupo al que pertenece la persona.
Pero el mayor peligro se da cuando los estereotipos
sirven de base para un sistema racista que sustenta la superioridad /
inferioridad de un grupo sobre otro, y desemboca en discriminación y
restricciones en el ejercicio de derechos.

Alguien podría ofenderse de ser clasificado en el
mismo grupo que un chico reality o el protagonista de la novela de moda; pero
en sí, no está ni remotamente perdiendo su lugar de privilegio, ni es afectado
en el ejercicio de derechos. Al contrario, la existencia de ese estereotipo
fortalece su situación de poder en relación a otros.
Esta persona puede molestarse por la comparación
implícita, pero no ha sido víctima de una discriminación o “racismo inverso”.
Una reacción desde la empatía podría ayudarle a
constatar cómo opera realmente el sistema y crear conciencia de su lugar de
privilegio en la estructura de poder existente. Desde esa toma de conciencia pasar
a la acción en la tarea de desmontar las desigualdades que afectan a otros.
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