Frente interno y Frente externo



Uno de los fines que deben cumplir las universidades es el debate sobre la realidad, desde lo político, social y lo que cada disciplina puede aportar. Cada estudiante es un profesional en potencia que deberá solucionar diferentes problemas, pero también son desde ya ciudadanos y ciudadanas en pleno ejercicio, quizá más pleno que en cualquier otra etapa de la vida.

Se puede clasificar la problemática a analizar de diversas maneras, pero para este artículo se dividirá en los temas internos de la universidad y los del país “externos” a la universidad.

Cuando hay una vida política universitaria rica es fácil introducirse y dedicarse a lo propiamente universitario. Condiciones como compartir un solo campus, elecciones de tercios estudiantiles y federados, o temas coyunturales como denuncias públicas lo facilitan. Donde no hay elecciones o no se comparte un campus es natural que la coyuntura política nacional guíe, nutra y centralice el debate y sus actores. Sea cual sea el punto de partida, lo lógico es que de un tema se aterrice al otro, y en un proceso dialéctico, ambos se nutran. Sabemos, empero, que ello no siempre se da de esa manera, aquí algunos vicios comunes que lo impiden:

  • ·         Gente “sin vida”:                           Esto ocurre principal –pero no exclusivamente- en universidades públicas con alta endogamia (alumnos eternos, alumnos que luego son catedráticos en la misma alma mater, catedráticos que no ejercen fuera de la universidad). La vida académica, social, laboral y política se centran únicamente en lo que ocurre en la universidad. Se sobredimensiona y subjetiviza todo análisis e interacción por las historias pasadas, tomándose “partidos” sin una actitud crítica, conllevando a lecturas polarizadas que pueden aceptar actos delictivos y corruptos de algunos, al tiempo que se condena los errores de otros.
  • ·         Copamiento partidario:              Hay quienes creen que esta práctica es exclusiva de las izquierdas y el aprismo en universidades públicas, pero se da también en instituciones privadas y desde otras ideologías. A diferencia del natural debate ideológico y la diversidad de militancias partidarias, el copamiento implica que los problemas y la agenda partidaria invade el quehacer universitario, sea como un profesor suspendiendo clases para ir a un mitin, o sea a través de favores y represalias académicas por la militancia o no en el partido que ha logrado copar.
  • ·         Banalización de la política:       Es tan común, que casi se ha normalizado y no se ve como problema, aunque es el más grave de todos, pues tanto la política universitaria como la nacional se restringe a procesos electorales, rencillas, escándalos, pedidos y ofrecimientos asistencialistas que no abordan los temas de fondo. Todos están distraídos en el activismo y batallas minúsculas, sin recordar cuál es realmente la guerra a ganar. Se remplazan los debates de ideas por “sacadas de trapos al aire”, favoreciendo la sanción social del quehacer político.
  • ·         Sancionamiento al quehacer político: La sanción puede ser únicamente social, normada por reglamento o suscrita en un compromiso firmado por el estudiante o sus padres. En cualquiera de los casos, el resultado es el mismo: Se sataniza el debate y se pierde la posibilidad de formar profesionales integrales, derivando en formación de técnicos ignorantes de la realidad nacional.

Estas dificultades suelen atomizar a los estudiantes, alejándolos de la realidad interna, sea por desinformación o la imagen negativa que proyecta. Sin embargo, como ciudadanos continúan expuestos a lo que sucede fuera, y el debate sobre lo nacional e ideológico puede nuclear. Luego, la postura crítica hacia el frente interno vendrá como parte del proceso, aunque no siempre se estará de acuerdo con las mismas personas con quienes se acuerda en lo externo. Es en este proceso donde surge un segundo entrampamiento, ya que pocas veces se tienen objetivos claros que guíen las articulaciones y alianzas permanentes, estratégicas, temporales o temáticas. Finalmente, llega el tercer proceso, el más difícil, el de la formación y transferencia a las siguientes generaciones de estudiantes, para no empezar de cero. El reto: hacerlo sin caer en los cuatro vicios señalados.

Superar los escenarios descritos supone un proceso de reflexión colectiva que derive en una visión crítica de ambos frentes: interno y externo. Es posible que el proceso interno derive en situaciones de decepciones, contradicciones, retrocesos e incluso traiciones entre los diversos actores: docentes, estudiantes, autoridades y agrupaciones. Irónicamente, este es el aspecto más enriquecedor de la política universitaria, el ser una miniatura a escala de la política nacional, como lo pueden ser también las organizaciones barriales y comunales, no en vano las y los políticos más potentes de todos los tiempos, han pasado por dichas canteras.

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