Monólogo(s) Nacional



Posiblemente lo que queda del humalismo esté enfrentando a 18 meses de concluir su mandato una de las peores crisis de gobernabilidad desde la recuperación de la democracia peruana. No solo debe enfrentas gruesas acusaciones de corrupción (como todos sus predecesores), sino que debe hacerlo con la mitad de su bancada y equipo de confianza en el ejecutivo, incluyendo a su única vicepresidenta, que a su vez ha levantado acusaciones de seguimiento. Todo ello después de haber recibido una goleada en el congreso por la derogatoria de la #leypulpin

La convocatoria a un diálogo era más que necesaria, vital, en un sentido literal. Sin embargo algo estuvo mal desde el origen, y que se manifiesta en las ausencias ocurridas. El gobierno llama a diálogo desde una posición de poder, es decir estableciendo una comunicación complementaria (nuevamente acudimos a la teoría sistémica de Política Esquizofrenizante). Empero sus interlocutores no asumen la existencia de desigualdad, o más precisamente, asumen que la desigualdad en el poder es contraria a la que señala el gobierno, por lo que rechaza (descalifica) la comunicación, con lo que sabemos, está comunicando su rechazo al gobierno para incrementar su antagonismo con miras a las elecciones del 2016. Para complejizar más, el gobierno se atribuye la facultad de desconocer a fuerzas políticas como Tierra y Libertad y el MAS, en el colmo de la descalificación a dos fuerzas que le ayudaron a llegar al poder. Lo que le dice el gobierno es “no existes”, lo que es un mensaje contradictorio y por demás falso.

¿Qué puede suceder en una comunicación que tiene al mismo tiempo tantos síntomas patológicos? Simplemente que la comunicación es fallida. Si se revisa algunos de los resúmenes de lo que se dijo el día lunes, encontraremos que cada quien hablaba de una cosa distinta en una sucesión de monólogos desde lo que cada cual considera su visión del país. El gobierno todo el tiempo se esforzó en negar la crisis que es la que lo llevó a convocar al diálogo, y astutamente inició anunciando la desactivación de la DINI con lo que eliminó dicho tema de la agenda. Las (mayoritarias) fuerzas de derecha elogiaban haber sido convocadas, expresaban su acuerdo con la política económica y puyaban contra sus principales contrincantes que faltaron. Reggiardo habló de seguridad ciudadana, PPK de reducción de impuestos, Antero de corrupción (sic)… y casi aislada la única fuerza progresista intentaba colocar en agenda el tema laboral, la descentralización y otros.

Evidentemente al final todos estuvieron satisfechos y elogiaron el encuentro, pues a cada quien se le prometió incorporar su aporte. A la vez, el gobierno posicionó iniciativas ya previstas como las intervenciones en la amazonía. Sin embargo, la suma de monólogos no hace un diálogo, y por eso, mientras se “evaluará” la Remuneración Mínima Vital, se plantea un nuevo régimen laboral juvenil… cuando el problema del trabajo debiera ser visto de manera integral a través de una política y ley general. Lo mismo cuando prometen parques industriales fuera del régimen tributario y reducción de impuestos para MYPES al tiempo que anuncian fuertes inversiones que requerirán un desembolso que proviene de los impuestos.

Para pasar de los monólogos al diálogo, primero los actores deben reconocerse mutuamente no desde la conveniencia política, sino desde las verdaderas relaciones de poder, donde TyL además de estar inscrito tiene bases, a diferencia de Orden; y donde el MAS tiene más vida partidaria que varios cascarones y franquicias asistentes. El siguiente paso es definir qué se quiere construir en el marco de este diálogo, considerando que es ya el tercero de este gobierno. De momento el convocante trata de salvarse, y los convocados de posicionarse.

Se requiere de un salto cualitativo donde convocante y convocados asuman los problemas económicos de fondo que afectan al país y que el mandato democrático del pueblo el 2011 fue por una transformación del sistema actual. Y es que, el mayor ausente a este diálogo no ha sido un partido ninguneado o ninguneador, sino el pueblo a quien la clase política allí reunida pretende representar.

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