Política Esquizofrenizante

Gregory Bateson acuñó dentro de la teoría de la terapia sistémica el concepto de “comunicación esquizofrenizante” como el envío de dos mensajes contradictorios ante los que el destinatario no tiene posibilidad de ignorar ninguno. Por ejemplo: “no lea este cartel”. Para saber qué tengo que hacer con el cartel tengo que leerlo, precisamente lo que no debo hacer, pero no sé que no debo hacerlo hasta que incumplo. Una variante más cotidiana es cuando al intentar una solución, la misma acción de la solución evita que la solución se produzca. Por ejemplo, cuando nos proponemos “olvidar a alguien”, para hacerlo hay que tener presente que debemos olvidar a esa persona, con lo que en vez de olvidarla, la estamos recordando. 
La teoría sistémica también nos advierte que en la mayoría de los casos hay una estructura o sistema que predispone a estas situaciones paradojales.

Fuente de imagen: Blog Alta Velocidad
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Actualmente esta forma de comunicación es mucho más frecuente y aceptada en diversos contextos, desde la publicidad hasta en relaciones familiares donde no hay ningún sujeto esquizofrénico. Sin embargo, los efectos suelen ser los mismos: quien recibe el mensaje no sabe qué hacer y qué no hacer con riesgo de caer en parálisis.

Ahora pensemos en un sistema más grande que la unidad familiar en que se inspira la terapia sistémica, más o menos del tamaño de un país post-conflicto. Desde hace más de dos décadas se ha instalado en el sentido común un discurso antipolítico, en especial, pero sin nombrarlo, contra la política partidaria. Este discurso sostiene que la política es vil, ruin, mala, pérfida, corrupta, dañina, que es un instrumento para destruir países, que los políticos no pasan de ladrones comechados y que nada bueno puede salir de ello. Lo esquizofrenizante de este mensaje es que quienes más lo posicionan son personas que hacen política, y de esa forma buscan atacar a un rival porque es un “político tradicional” o pretende evitar exponerse a ser incluido en este nefasto grupo sosteniendo: “yo no voy a postular”.

Que alguien que hace política llame a no hacer política se convierte en esquizofrenizante porque si se obedece y no se hace política, se está aceptando un mandato político, y si se hace política se contraviene el mandato. El rechazo o huida al quehacer político expresa la parálisis frente al mandato contradictorio de hacer algo bueno cuando lo que se hace es política, y la política por definición es maldad. Aceptemos que los pulpines no son pingüinos, pues lejos de asumir su rol político (no partidario) declaran abiertamente su rechazo a la política (en especial los organizados por zonas territoriales), e incluso han defendido su irrepresentabilidad (sic). Era de esperar que respondan con un mensaje esquizofrenizante a los mensajes que han recibido durante toda su vida.

La teoría sistémica señala que para romper este círculo se debe subir un escalón más arriba, y desde lo metacomunicacional admitir que todo lo que se hace o no se hace en una interacción influye en las partes involucradas y se retroalimenta. Lo ideal es que todas las partes construyan este diálogo desde lo metacomunicacional, pero en este sistema llamado Perú, hay un grupo de poder que no lo hará porque la parálisis que produce esta comunicación esquizofrenizante le es funcional. Evidentemente quienes se benefician son los militantes del neoliberalismo, la ideología sin partido por excelencia, cuyo principal pilar es atacar el quehacer político para magnificar el pragmatismo que les permite desarrollar su ideología sin reconocer que también es una forma de pensar.


Por tanto quienes están llamados a romper el círculo son quienes condenan la ideología neoliberal. Asumir su rol, denunciar la paradoja y dejar de seguir emitiendo comunicaciones esquizofrenizantes sería el primer paso.

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