No obstante, para
responder sobre nuestro rol en la sociedad, se requiere un análisis político
que permita entender e incluso desenmascarar ideologías.
La corriente anti
política que impera en el país hace más de tres décadas, ha convertido en malas
palabras a la ideología y a la política. Pero aquí trataremos ambos conceptos
desde su significado en las ciencias sociales.
Vayamos al
principio.
Curiosamente, la
mayoría de personas asocia los inicios de la psicología con el psicoanálisis cuando en
realidad los orígenes son anteriores. Esto da cuenta de lo qué es lo que realmente ha trascendido culturalmente sobre la profesión: una corriente que ha
evolucionado, y que muchos psicólogos (incluyéndome) no practican.
En cambio, hay un
consenso entre la mayoría de psicólogos en ubicar los orígenes científicos
de la psicología en 1879 con los experimentos de Wundt para comprender el
comportamiento humano. Paradójicamente, mucho de esta etapa experimental
corresponde más a lo que hoy conocemos como el área social que al área clínica.
En definitiva,
esta etapa representa un hito importante, pero encontramos en este consenso,
cierto sesgo positivista, lo cuál no es malo en sí mismo, pero que tiene implicancias en el desempeño profesional.
La verdad es que solo
20 años separan los estudios de Wundt de la primera publicación de Freud. Pero
los verdaderos antecedentes de la psicología, en especial de la clínica están en la
medicina, y de allí que esta disciplina no haya podido deshacerse de la impronta de enfermedad
y de estigmatización a los problemas de salud psicológica.
Y es que la
psiquiatría y la psicología no inventaron las dolencias psicológicas, sino que
se originan para responder a ellas, y
siguen evolucionando para lograrlo. Así, en el siglo XVII convivían
explicaciones sobrenaturales con medidas represivas (cadenas y grilletes) para enfrentar
lo que hoy llamamos enfermedades mentales. En ese contexto, la invención de la
camisa de fuerza en 1770 era una medida humanitaria comparada con los abordajes
predominantes, que buscaban más contener a las personas que liberarlas de sus
síntomas. Es por ello que no califican como tratamiento.
Esta etapa es hoy
vergonzosa, y muchos profesionales la ignoran, eligiendo los experimentos de
Wundt como momento fundacional en su intento de borrar esta historia. El
problema es que al negarlo y no develarlo y asumir dichos pasivos
solo se prolonga la estigmatización a estas dolencias que prevalece en nuestra
sociedad.
Volviendo a
Freud, todo lo revolucionario de aproximarse a la sexualidad en plena cultura
represiva victoriana se desmorona con su propuesta de la “histeria” que afecta
a quienes tienen útero, y que terminó validando prácticas de encierro a mujeres
en hospicios simplemente por reclamar sus bienes o tratar de divorciarse. Hoy
las corrientes psicoanalíticas han evolucionado, pero el concepto de histeria
prevalece en la población y en algunos colegas ortodoxos como un ex profesor de
la universidad que acosaba sexualmente a las alumnas en tiempos sin internet ni
MIMP.
Aunque no solo el
psicoanálisis cometió errores debido a prejuicios. La propia Asociación de
Psicología Americana (la misma APA de las reglas de citado bibliográfico)
mantuvo hasta hace 20 años en su manual diagnóstico como enfermedades a las
disidencias sexuales, a pesar que en los setentas Evelyn Hooker demostró
científicamente que no era así.
Otro hito importante lo representan los esfuerzos en
respuesta a la Segunda Guerra Mundial y el fenómeno psicosocial del nazismo. En esta etapa, la
psicología evoluciona en EEUU con los estudios de liderazgos, comportamiento de
masas, manipulación, publicidad, entre otros. Fue la primera vez que la
psicología estuvo formalmente al servicio del sistema; y por más que el momento histórico lo justificara, no hubo retorno.
. . .
El afán por ganar el estatus de ciencia, tuvo como consecuencia el surgimiento de corrientes que al apegarse al positivismo, dejaron de lado no solo metodologías cualitativas de investigación (en vez de proveerlas de rigurosidad), sino que ignoraron epistemologías más profundas que hoy son necesarias para darle un norte a esta disciplina. La reivindicación de Wundt y el crédito excesivo a Bunge tuvo como efecto no deseado la imposibilidad de combatir fenómenos como los libros de autoayuda y la escasa psicoeducación de las personas.
Hoy, mucha de la
psicología sigue al servicio del sistema capitalista aunque no haya ningún mega
conflicto bélico que lo justifique como en los cuarentas.
No contemplar
(deliberadamente o por ignorancia) los determinantes y circunstancias
materiales y sociales que afectan la salud integral, dejando a cada persona la
responsabilidad individual por su propio bienestar es parte del problema. Como
también lo son todas las técnicas y estrategias para incrementar la
productividad, reducir la procastinación y mejorar los climas laborales y
escolares, cuando el trasfondo son las violencias estructurales, simbólicas, el
racismo, el machismo, la homofobia, la transfobia y la aporofobia.
Que una niña
sufra acoso escolar por llevar un producto de imitación y no el de marca, es
más un problema del consumismo capitalista y la aporofobia, que de habilidades
sociales de la niña para defenderse o de tendencias sociopáticas en sus
agresores.
La psicología no lo explica todo.
Algunas corrientes de la psicología social y comunitaria en América Latina tienen posturas políticas y epistémicas sobre esta problemática, pero creo es tiempo de revisarlas, pues muchas surgieron durante la pugna ideológica de la guerra fría, y hoy la cultura dominante es el consumismo y el capitalismo neoliberal. También es necesario reconocer que muchas de estas propuestas eran utópicas y no contemplaron arremetidas sanguinarias como la que vivió el Perú en los ochenta y noventa por grupos supuestamente comunistas y por gobiernos supuestamente democráticos, que lejos de ser una y otra cosa, fueron asesinos e instauraron la actual ideología neoliberal a costa del imperio del terror.
Entonces ¿Cuál es
el rol de la psicología peruana hoy?
Desde la
realidad, hoy en día la mayor parte de la psicología peruana está avocada a
mantener el sistema, individualizando los problemas, incrementando la
productividad desde edades tempranas en la escuela y poniéndose de costado frente a la estigmatización
de las dolencias psicológicas y los problemas psicosociales.
Desde el deber
ser, y si se me permite hacer un llamado, el rol es aportar a subvertir las
actuales relaciones de poder, denunciar las formas de discriminación y las
ideologías que las sostienen, promover la unión y la cohesión social, demandar
condiciones materiales que permitan a las personas el disfrute de su salud
integral y bienestar.
Un ejercicio de
la clínica que visibilice el contexto y dé herramientas para transformarlo y no
solo para sobrevivir.
Una psicología
educativa que llame a la violencia por su nombre y que potencie las habilidades
de cada persona sin sentirse forzada a lograr que todos sean universitarios o
encajen en el sistema.
Una práctica
sanitaria que cuestione el impacto del sistema de salud en las familias y en
las personas y no solo dé contención frente a malas praxis médicas.
Una psicología
organizacional que se atreva a aceptar la necesidad de agremiarse para la
mejora de condiciones materiales indispensables para la productividad.
Una social
comunitaria que levante la cabeza y construya referentes propios, dejando de
ejercer clínica en la comunidad para dar paso al fortalecimiento del tejido
social.
Una impronta de
investigación psicológica, que parafraseando a Mariátegui, sea creación heroica
y recoja los saberes milenarios de nuestra diversidad cultural y contextualice
conceptos importados antes de replicarlos de manera acrítica.
Y si no fuera
mucho pedir, un Colegio de Psicólogos que en su 45° aniversario, pase de ser
una mesa de partes y recaudadora de cuotas, a un referente académico y
profesional frente a los retos que enfrenta el país.
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