Amar en
tiempos de represión puede significar encontrar la compañía sentimental anhelada
en medio de las movilizaciones, o compartiendo similares puntos de vista
político en redes. También puede ser que el corazón se te haga pedazos porque
esas opiniones políticas son irreconciliables, y la decepción imposible de
superar.
Pero la
historia nos enseña que el amor en tiempos de represión tiene más de tragedia
que de romance, y no por estos casos, sino porque ciertos amores son vedados, e
incluso perseguidos por los poderes totalitarios.
Los sistemas
de castas, como el que se instaló de facto en la colonia busca impedir o
limitar la conformación de parejas entre diferentes como una forma de control.
De esta manera, se restringe una forma de ascenso social, la conformación de
alianzas entre oprimidos, y al vigilar la intimidad se ejerce un poder directo
sobre los cuerpos de las personas.
La ilegalidad
de uniones interraciales ha sido superada hace algo más de un siglo, pero los
criterios morales siguen vigentes. Ya no son las normas virreinales las que
observan, desalientan o sancionan estos vínculos, sino que hay una auto-censura
acompañada de desprecio familiar y mensajes sociales, que aunque pueden
idealizarlos en productos culturales ficcionales, los atacan en casos reales y
cotidianos.
Esa
ilegalidad absurda de uniones, superada en lo interracial, persiste contra
amores no heterosexuales. Es la misma lógica, también se invocaba a la voluntad
divina para negar las uniones interraciales, dudando de que indígenas y afrodescendientes
tuvieran alma. Es el mismo objetivo, mantener en subalternidad y dominar a las
personas y el cuerpo de las personas. El mensaje no es solo contra la propia comunidad
LGTBIQ+ que es la directamente afectada, sino que avisa al resto de lo que
puede suceder si no cumplen los estándares sociales: No podrás decidir sobre
tus bienes, formar una familia, ni quien decida por tu vida en un momento
extremo.
Ese discurso
de represión está ya presente por las prohibiciones legales, religiosas,
familiares y morales, pero se quiere adoctrinar con mayor vehemencia utilizando
la educación para ello.
En
represión, amar es un acto de rebeldía.
La represión,
además, sabe disfrazarse de amor. Se disfraza de amor para someter a las
mujeres a relaciones violentas, para mantener a las infancias en hogares que
las maltratan física, psicológica y sexualmente.
La
represión se disfraza de amor cuando la familia cede a que a la hija ad
olescente
conviva con el hombre que la embarazó, aunque haya sido una violación, aunque
en ese hogar la maltraten, aunque pierda la oportunidad de estudiar y ser
independiente.
La represión
se disfraza de amor cuando te pide aguantar la violencia y la frustración por
los hijos.
Cuando te dicen
que para pacificar el país no se puede ceder, que es necesario el uso de la
fuerza, que el despliegue de miles de policías donde no hay delincuentes es para
protegerte, es de nuevo la represión disfrazándose de amor.
Feliz San
Valentín, con amor y sin represión.
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