Mi psicólog@ me dice que…

Avances y desafíos pendientes para una cultura de salud psicológica[1] 
en un país convulsionado

Hasta hace dos o tres décadas, cuando en un programa de televisión argentino había un diálogo donde alguien comentaba con naturalidad sus sesiones psicoterapéuticas, sentía cierta envidia y me preguntaba cuando llegaría el momento en que ese tipo de conversaciones fueran así de espontáneas y aceptadas en nuestro contexto.

En las últimas semanas, en diversos contextos y con distintas personas, se produjo finalmente el milagro. ¿o no?

Hay algunas precisiones contextuales que hacer: La primera es que dichas conversaciones se han dado con profesionales de clase media limeños, y la segunda, que siendo yo psicóloga, es posible que sientan una mayor confianza de referir que reciben un apoyo especializado. Finalmente, no se convirtió el tema de conversación, sino que, para reafirmar alguna conducta de autocuidado, señalan la frase: “mi psicólog@ dice…”

Como sea, y con las salvedades señaladas, es buenísimo porque finalmente se empieza a crear en nuestro país una cultura de salud psicológica o salud mental.

Definitivamente los efectos psicológicos y sociales de la pandemia mundial del coronavirus han aportado, para que ya no por las buenas, sino por las malas, se empiece a tomar en serio esta otra dimensión de la salud. Al inicio, incluso antes de que se diera el primer caso en Perú, la incertidumbre desestabilizó en distintas formas la salud mental de las personas, incluyendo su relacionamiento con los demás y su entorno: el temor al contagio y a la desprotección generó comportamientos como el acaparamiento de productos, el distanciamiento, limpieza excesiva, desconfianza marcada, entre otros. Luego el confinamiento generó discusiones familiares, laborales, vecinales, aceleró procesos de estrés, ansiedad, conflictividad, agresividad…

Sin embargo, el mayor efecto se ha dado a partir de las consecuencias de la pandemia. Siendo el país con más muertes per cápita, pero además, considerando lo que hay detrás de cada muerte y sobreviviente: Decisiones entre la vida y lo económico, estrés y culpa en la búsqueda de oxígeno y atención médica, empobrecimiento, pérdida de movilidad y de sentidos en los sobrevivientes. Duelos inconclusos y mal elaborados.

La Organización Mundial de la Salud advirtió sobre las consecuencias psicológicas de la pandemia, y se le denominó la segunda pandemia en camino.

El Ministerio de Salud tuvo una pronta respuesta aprobando en junio del 2020 el Plan de Salud Mental (RM N° 363-2020-MINSA). Otros sectores como MINEDU y MIMP, también tomaron sus previsiones para la atención educativa, a poblaciones vulnerables y un posible incremento de violencias hacia la mujer y al interior de las familias.

Hemos visto todos estos efectos, incluso algunos especialistas afirman que la polarización política actual está canalizando en parte la agresividad, y en parte está agudizando su impacto. Tuvimos un intento de suicidio en una escuela privada, que seguramente es punta de iceberg del incremento de la conflictividad en contexto escolar. Además, diversos estudios muestran los impactos en la violencia familiar contra la mujer y las infancias. Estos efectos, seguramente serían mayores de no existir previsiones, pero aún así, la acción estatal es limitada.

Se fortaleció la estrategia de Centros de Salud Mental Comunitarios, pero actualmente están desbordados y tardan días o semanas en dar citas nuevas. Esto, en parte porque la oferta sigue siendo insuficiente a nivel nacional, y en parte porque los esfuerzos se concentran en la atención individualizada a casos identificados, y no se potencia suficientemente las acciones promocionales y de prevención colectivas y comunitarias. Tarea en la que apoyan varias Defensorías Municipales de Niñas, niños y adolescentes, como el propio sector educación. Lamentablemente estos esfuerzos se concentran en los servicios públicos con mayor densidad poblacional, dejando desatendidas por ejemplo ámbitos peri urbanos, rurales, y a quienes prefieren usar servicios educativos y sanitarios privados.

Un caso especial de desatención lo constituyen los pueblos indígenas y afroperuano, que requieren un diseño específico que considere tanto factores interculturales (lengua, espiritualidad, concepción de la salud y cosmovisión) como el impacto psicológico de la vivencia del racismo estructural.

Para este año, el Plan de Salud Mental 2023 debiera contemplar además el impacto de dos meses de convulsión social, con más de sesenta muertos en circunstancias violentas (manifestantes asesinados, transeúntes, muertes colaterales, linchamiento a policía…) y centenares de personas heridas. Sobrevivientes y dolientes requieren diversos apoyos, pero la ciudadanía en general, expuesta a violencia simbólica, mensajes de odio, mentiras, negación de la otredad, discusiones, discursos e imágenes deplorables, también empieza a mostrar secuelas en su salud psicológica, incluyendo un déficit en las relaciones interpersonales, pérdida de habilidades como la empatía, la solidaridad y la conciliación.

Aún no tenemos un espacio para la tristeza, impera la agresividad, y sin tristeza no podemos condolernos, el dolernos conjuntamente más allá de ideologías es el paso para el pedido de perdón desde las autoridades que permitirá en futuro la justicia y la reconciliación, valorando primero la vida de las personas, y luego los proyectos económicos y políticos del país.

 

 



[1] Aunque el término de salud “mental” es el más empleado, y se utilizará en adelante, es impreciso, en tanto la “mente” más que una entidad es un constructo que coloquialmente relacionamos principalmente al pensamiento, lo “inconsciente” y lo cognitivo. Más exacto sería referirnos a la salud “psicológica” en tanto la psicología es la encargada del estudio del comportamiento, explicación y modificación, lo que se puede abordar desde los distintos enfoques psicológicos desde diversos constructos, que además de lo cognitivo incluyen lo emocional, lo subjetivo y lo relacional, siendo este último fundamental para la promoción de una salud integral.

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