Se organizan con movimientos sociales, con trolls en redes,
con vocerías en medios, con incidencia en tomadores de decisión. Ello, además
de no haber perdido e
n ningún momento la hegemonía cultural, al menos en
nuestro contexto peruano y de las américas.
¿Para qué cambiar si el señor del Canal X, N o W dice que yo
estoy bien? ¿Por qué ocultar mi violencia, mi machismo, mi racismo si obtengo
cientos de likes y rebotes en redes? ¿Para qué escuchar a otros si repitiendo
lo que dice mi líder o mi guía espiritual recibo una retribución regresando de
la marcha o de sostener un cartel en el puente?
De otro lado, si me reconozco como agresor, como alguien con
un comportamiento negativo o condenable, me expongo a que dejen de hablarme, me
escrachen, me apliquen la cultura de la cancelación y la “muerte social”.
Todo cambio de actitud y comportamiento requiere un
acompañamiento, una motivación y un refuerzo que si no es intrínseco, debe
provenir de quienes propugnan el cambio. Pregunto:
¿Qué estamos ofreciendo a las y los agresores para que modifiquen su comportamiento?
¿Cuál es la propuesta para que la agresión no sea algo redituable y socialmente aspiracional y evitar que emerjan nuevas agresoras y agresores?
Trabajar en la prevención y la atención de las violencias
solamente desde las víctimas es otra forma de revictimizarlas. Se las
responsabiliza de cuidarse y empoderarse para evitar ser víctimas. Por eso es
tan difícil para lídere y lideresas reconocerse y asumir su identidad como
sobrevivientes de violencias.
Se responsabiliza también a las víctimas de su propia
recuperación, mientras que los culpables, si no están en la impunidad, resultan
hacinados en cárceles de donde saldrán más violentos de lo que entraron.
Repensemos desde las ancestralidades y la diversidad de
saberes tradicionales, académicos y disciplinares formas de hacer atractivo a
las personas el elegir el camino no violento. Estrategias que motiven y brinden
satisfacción a quienes cambian de actitud y renuncian a su violencia, al mismo
tiempo que desarrollamos una ruta de atención y acompañamiento a las y los
agresores para que realmente puedan reinsertarse en la sociedad como personas
capaces de aportar positivamente a la vida en comunidad.
De ninguna manera esto supone forzar a las víctimas a
perdonar o reconciliarse. La responsabilidad de dejar de producir agresores, y
de extinguir el comportamiento violento es una responsabilidad colectiva de la
sociedad que urge asumamos ya.
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