Propósitos para el 2022


La mayoría de peruanas y peruanos, al iniciar un nuevo año, resume sus deseos en “salud, dinero y amor”. Estos también podrían ser los ejes de las necesidades y prioridades para el país, enfrentando las tres principales crisis: sanitaria, económica y de bien común (política), o un poco más de “amor” entre los poderes del estado, los niveles de gobierno y los poderes fácticos.

Debe entenderse la crisis sanitaria más allá de la actual pandemia por COVID-19, considerando tanto el escenario pre-pandémico, como el post-pandémico. Ya en el 2019, el sistema de salud peruano estaba colapsando: infraestructura insuficiente e inadecuada, brechas de cobertura urbano/rural, indígena y a poblaciones en vulnerabilidad, déficit de recursos humanos y una gestión centralista atacada por la corrupción. Inmersos en enfrentar otros problemas sanitarios, incluyendo tasas inaceptables de TBC, anemia, embarazo adolescente, mortalidad materna, presencia de VIH/SIDA con prevalencias en les más vulnerables, comunidades sufrie
ndo las consecuencias de la contaminación ambiental, y un plan nacional de salud mental que debió implementarse al cerrar el periodo del conflicto armado interno.

Ese era el escenario pre pandémico, del cual solo se ha avanzado parcialmente en infraestructura y equipamiento. Al ya escaso recurso humano, sobre todo especializado, se debe incorporar los lamentables decesos de personal sanitario, y el estancamiento en la formación de nuevos profesionales producto de la suspensión de clases presenciales en universidades e institutos. Aun no conocemos totalmente las secuelas a mediano y largo plazo en sobrevivientes del COVID-19, pero sí la certeza que el tiempo de encierro, los duelos no elaborados, y las múltiples pérdidas materiales y simbólicas desencadenarán secuelas en la salud psicológica, que se pueden expresar en problemas de los espectros de ansiedad y depresión, como en comportamientos de riesgo, adictivos y agresivos, incluyendo un probable incremento de violencia contra niñas, niños, adolescentes, personas adultas mayores familiar y basada en género.

La crisis económica también tiene un antecedente. No se trata solamente de las secuelas del cierre de actividades por el coronavirus. La temporada de bonanza ya había terminado en el gobierno de PPK, pero más importante que ello, el sistema era tan precario como una vivienda de calaminas al borde del río. La buena noticia era que había un ahorro, la mala es que nos volvimos a endeudar. Las deficiencias estructurales en los servicios básicos de saneamiento, electricidad, transporte, sanidad, educación, e internet, que no era considerado esencial, así como la precariedad laboral presente incluso en el mismo estado, la informalidad, y los millonarios evasores de impuestos, todos pre-pandémicos, fueron afectados por la crisis sanitaria y las medidas para contenerlas, como la crecida del río que termina colapsando la casa de calamina. Así llegamos al mayor golpe a la clase media desde el primer gobierno de AGP.

Nótese que muchas de las restricciones tienen como finalidad evitar el colapso del sistema sanitario, por ello es por lo que se ha requerido reiteradamente restringir los eventos presenciales. Además, la adaptación a la virtualidad aún no supera las brechas de alfabetización digital y de conectividad rural, pero también periurbana. Dos años con estudios remotos en la gran mayoría de instituciones de educación básica y superior, repercutirán en la empleabilidad y productividad de nuestro bono demográfico, por no redundar en los efectos en el bienestar de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, que serán parte de las secuelas psicológicas ya mencionadas. Estas secuelas y las fisiológicas sanitarias, también repercutirán en las economías familiares y en la economía familiar, como lo han hecho las trágicas búsquedas de oxígeno.

Al igual que las otras dos crisis, la política, y el enfrentamiento entre los poderes del estado (ejecutivo y legislativo), lleva al menos un quinquenio, mientras que el centralismo y la hegemonía de poderes fácticos e intereses particulares que se imponen a las necesidades colectivas y ciudadanas, llevan varias décadas sin ser resueltas. Existe un debate sobre la urgencia de cambiar las reglas de juego, la Constitución, pero el dilema de fondo es si quienes ostentan un lugar de poder y privilegio están dispuestos a hacer un juego limpio.

Puede ser disonante el equivalente al inicio del artículo al equiparar el anhelo de más amor a la resolución de la crisis política, pero lo cierto es que mucho de lo que nos ha traído hasta este punto es una política de la revancha, de ideologías de odio como el clasismo, el racismo, la misoginia y la homofobia, de confesiones y credos llevados al fanatismo y al fundamentalismo, de una negativa a reconocer los errores y delitos, y resarcirlos acorde a la ley. La conveniencia individual ha desplazado totalmente a la noción del bien común, que a su vez se fundamenta en valores como la justicia y la caridad (aquí, amor).

Los propósitos para este 2022 implican enfrentar estas tres crisis desde la implementación de las políticas públicas como el Plan Multisectorial de Salud, el Proyecto Educativo al 2036, el Plan contra la violencia hacia la mujer, recuperar el Plan Nacional de Salud Mental, las políticas de infancia y adolescencia, de interculturalidad y de pueblos indígenas, la atención a la población afroperuana, con discapacidad LGTBIQ+ y otras invisibilizadas

Una implementación que trascienda los intereses particulares y que cuente con presupuesto. Los bonos individuales son rentables políticamente, pero es ponerle una alfombra a la casa de calaminas, en vez de reubicarla y emplear un material resistente para reconstruirlas. Ello significa restituir y fortalecer los derechos laborales enajenados por la informalidad y la precariedad, con el estado en primera fila, a la par que se brindan servicios públicos de calidad. Pero sobre todo se necesita que la clase política dejen sus mezquindades e intereses privados, para ponerse realmente al servicio de la población, tanto ejecutivo, legislativo, judicial, gobiernos regionales y gobiernos locales. 

Difícil en año electoral, improbable, pero no imposible.

 

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