Proyectarnos a nosotros mismos en un futuro de 2 a 5 años no es una tarea fácil, especialmente en la adolescencia, donde solamente responder a quienes somos en ese momento, puede ser titánico en plena etapa de autodescubrimiento.
Es lo que les demandamos a las y los jóvenes al terminar el
colegio desde hace ya varias décadas en sociedades que se consideran modernas y
democráticas. La distinción es en comparación a siglos atrás en que las
familias (en especial de clase media y adinerada) decidían el futuro, y a
sociedades donde los roles y funciones de hombres y mujeres están bastante
delimitados, o las opciones son pocas, como en las más apartadas y las más
empobrecidas, o en los guetos.
Se espera que con 16 años se resuelvan tanto las preguntas ¿quién
soy? y ¿quién quiero ser? La psicología y la pedagogía notaron lo retador de la
doble interrogante, y generaron herramientas que hoy constituyen la orientación
vocacional. Esta herramienta funciona bastante bien para la mayoría, pero también
siempre han existido diversas situaciones de conflicto, cuando el talento y el
deseo no están alineados, o cuando la vocación y la economía o las aspiraciones
paternas se contradicen mutuamente.
Hoy les estamos pidiendo a adolescentes que han cursado sus
dos últimos años de secundaria en remoto, sin los rituales de cierre
acostumbrados y a los que aspiraban (viaje, fiesta, etc.) que respondan a nuevas
preguntas: ¿quién soy en medio de la pandemia y múltiples pérdidas?, ¿quién
quiero ser en una crisis sanitaria, económica y política?, ¿qué sucederá conmigo
y mi familia en la incertidumbre a partir de mi decisión?
En algunos casos, los más resilientes, el contexto puede
guiar la vocación hacia un problema detectado en el entorno, como las
profesiones sanitarias, las comunicaciones o la ayuda social.
En otros casos la nube de incertidumbre no permitirá ver más
allá para tomar una decisión, y la orientación vocacional, profesional o no, a
cargo de psicólogos, docentes o familias debiera ayudarles a ver en medio de las
tinieblas.
Pero en muchos otros casos, los impactos en los estilos de
vida, por pérdidas humanas, pérdidas económicas, incremento de situaciones de
violencia y de afectaciones a la salud mental en sus familias, bloqueará la
posibilidad de tomar una decisión. El contexto decidirá por ellos y ellas, lanzándoles
al mercado laboral sin preparación, engrosando las filas de NINI, con una
maternidad o paternidad precoz, o sumergiéndose en conductas de riesgo.
Antes del coronavirus estábamos expectantes al bono demográfico de jóvenes y una fuerza laboral que podría empujar el desarrollo social del país. Hoy, habiéndolos encerrado dos años, limitando incluso las prácticas pre profesionales de quienes ya estaban en la universidad o la educación superior. Hoy, en que no hemos podido devolverles algo de justicia a Inti y Brian, y a todos quienes lucharon por nuestro país y su democracia. Hoy, que muchos adolescentes y jóvenes han quedado a cargo de sus familias, con la salud física y emocional afectadas. ¿Qué hacemos para proteger sus vocaciones y acompañar su presente?
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