Histéricas INC

Las ciencias y las prácticas profesionales no son neutrales. Responden a un contexto socio-histórico-cultural y a una forma de ver el mundo o ideología. Repetir como mantra para poder seguir la línea argumentativa a continuación.

La psicología, la psiquiatría, el psicoanálisis, las psicoterapias, y afines, como prácticas sanadoras y como ciencia, cambian su propia postura con el tiempo. De hecho, el mismo surgimiento de estas especialidades responde a una forma de entender a la humanidad, desagregando sus componentes, y de allí es que hablamos de salud física y salud mental. Incluso al inicio la separación era cuerpo-alma, ya ahora es cuerpo-mente, y para creyentes cuerpo-mente-alma.

Podemos encontrar hasta hoy prácticas sanadoras ancestrales vigentes que incluyen estos aspectos como uno solo, porque su forma de ver el mundo es holística. Generalmente estas cosmovisiones las encontramos en comunidades donde también son vigentes formas de comunicación directa, donde todas las personas adultas comparten cierta responsabilidad en al crianza y formación de sus infancias, y se pueden transitar los límites territoriales en corto tiempo, incluso a pie, a remo o en acémila. Allí también los mecanismos de control social son compartidos y/o delegados a sus propios miembros, sin tener un cuerpo formado para ello.

En cambio, nuestras sociedades más complejas, requieren de personas especializadas para la educación, para la administración de la ley y la justicia, medios de comunicación masivos, y formas de control social que permitan fácilmente discriminar lo correcto o incorrecto, lo normal y lo anormal. Aquí se pueden revisar los estudios de Foucalt sobre el poder, el control del cuerpo e instituciones como las cárceles y manicomios.

Antes, a una mujer que quería hacer o sabía más de lo que era conveniente, se la llamaba bruja. Con el crecimiento de las sociedades y el debilitamiento de la iglesia católica como ente de vigilancia, se necesitaba otra etiqueta y otro mecanismo de control.

Al mismo tiempo, aparece la naciente psicología, que desde su inicial enfoque de enfermedad que primaba por aquella época al hablar de salud, dice que se encargará de los males del alma y de la mente, de lo anormal y lo enfermo.

Muchas de las categorías y tratamientos primigenios han sido dejadas de lado, pero algunos permanecen en el imaginario y el habla popular. Especialmente, aquellos que denotan estigma y sirven para establecer una relación de poder o para subalternizar a determinados sujetos, como con discapacidades mentales que eran nombrados como mongoles (que además es una expresión racista) y otros términos claramente peyorativos.

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Es aquí donde nace la histérica como sujeto, o mejor dicho: como sujeta, pues no es solo una categoría, sino un mecanismo de sujeción, así que nunca mejor usada la polisemia y el género del término “sujeta”.

Jeffrey Masson tuvo un acceso privilegiado a los archivos de Sigmund Freud y revela que en un inicio el padre del psicoanálisis se habría impresionado por los relatos de violencia sexual de sus pacientes mujeres. Cuando presentó estos hallazgos a sus colegas, entiéndase médicos y psiquiatras hombres fue ridiculizado, según relata Masson. Entonces Freud encuentra una interpretación diferente y que es la hegemónica hasta hoy: Las mujeres violentadas no evocaban recuerdos, sino fantasías, es decir, lo estaban inventado todo. Para Masson, Freud habría perdido la confianza en sí mismo, y buscó la forma de ser aceptado nuevamente.

Este hallazgo de Masson se dio a conocer en el New York Times en 1981. Es decir, hace cuarenta años, pero ha sido sistemáticamente silenciado.

Como en tantas otras oportunidades, la posibilidad de desprestigiar a un hombre muerto era más catastrófica para el sistema, que poder reivindicar a decenas, centenas, miles o millones de mujeres violadas.

La sujeta histérica es particular. El término surge de la palabra “útero”, de forma que es algo que solo nos puede suceder a las mujeres biológicas, aunque por extensión en su uso en el habla popular puede atribuirse a un hombre gay o una mujer trans. Este uso extensivo trasciende la categoría psicológica que alguna vez intentó poseer, y en realidad muy pocos profesionales de la salud la siguen utilizando como una categoría diagnóstica… aunque está su sobrina en primer grado, la personalidad histriónica, antes conocida como personalidad histérica.

Se dice que una mujer está histérica cuando reacciona ante algo que solo ocurre en su mente, cuando tiene una reacción desproporcionada respecto a lo esperado, o cuando reclama un derecho o haber sido violentada.

Si retomamos la historia develada por Masson, una mujer histérica es una mujer que ha sido violentada e intenta defenderse, pero que la sociedad trata de convencerla de que su defensa es desmedida, o que el hecho no existió, y solo lo imaginó o lo exageró en su mente femenina, como si su útero, ovarios y hormonas fueran las causantes de su dolor y no la agresión sufrida.

Todas las mujeres hemos sufrido en algún momento una agresión por ser mujer, desde las cotidianas como un acoso callejero o piropo no deseado, un levante o manoseo, una mirada inapropiada, una burla o menosprecio a nuestras capacidades por ser mujeres, una infidelidad o una falta de respeto, hasta aquellas agresiones que vulneran nuestra integridad o incluso causan la muerte.

Muchas veces silenciamos porque es lo que espera la sociedad de nosotras, callar, porque lo enfermo, lo antinatural está en expresarlo... Pero si indagamos en nuestra historia personal, seguramente encontramos alguna reacción que pudo ser vista como histérica, intensa o tóxica. Porque cuando una mujer se expresa frente a una agresión física, sexual o simbólica, es una histérica.

Hoy, en vísperas del ocho de marzo, las convoco, seamos histéricas, hagamos una industria histérica, hablemos, gritemos hasta que nuestras voces sean escuchadas y la verdadera causa de nuestro malestar sea desterrada.

 

 

 

 

 

 

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