La música suele ser un refugio y a la vez un
referente para miles de personas, indistintamente del género musical de
predilección. A través de las emociones que producen los ritmos, melodías y
eventualmente las letras de las canciones, los seguidores del artista o banda
van generando un vínculo que puede tomar diversas formas, pero que suele
incluir un interés por sus vidas personales y la construcción de una opinión
sobre los artistas.
Estas opiniones se construyen en interacción con
los valores en los que somos socializados, y desde hace algunas décadas cada
vez más a través de lo que los medios de comunicación nos venden como
información.
Abril de mil novecientos noventa y cuatro. A dos
años del autogolpe y del fujishock en Perú, el grunge había irrumpido en las
radios de rock, y quienes no escuchaban baladas, salsa, ni technocumbia
hallaban refugio en este género cuyo discurso contestario sintonizaba con la
clase media que luchaba por recuperarse en Lima. Me incluyo en dicho grupo, y como
tantos, tenía un espacio especial para Nirvana y su líder Kurt Cobain en mis
casetes grabados de la radio y también la canción de Hole, Celebrity Skin, liderada por su esposa Courtney.
Fue muy fácil para aquella adolescente
contestataria y poco expuesta a la socialización identificarse con el dolor de
la viuda tras la muerte de Kurt. Más fácil para la futura psicóloga empatizar
con lo sucedido y querer investigar, dedicándole a Cobain su primera monografía
universitaria dos años después de su muerte, justo con el tema de suicidio.
Al tiempo que leía más, casi todo producto de la
prensa amarilla estadounidense, y conversaba con otras personas que consumían
la misma información, percibí que se iba generando un odio a Courtney, la
viuda, y no tuve el valor de contradecir. Eran debates y opiniones acaloradas,
donde uno pensaba que con menos de 20 años se poseía la verdad absoluta.
En la universidad estaba ya plenamente expuesta a
la socialización y a uno de los más peligrosos mandatos: el palo encebado entre
mujeres. Seguramente dentro del feminismo hay un término para describir este
fenómeno, que es también producto del machismo y el patriarcado, pero por
ignorancia, tomaré prestado el peruanismo de palo encebado.
Las acusaciones hacia Courtney de no haberlo
cuidado lo suficiente, de haber conspirado, de haber agravado su adicción, en
fin, de haber causado la muerte de Cobain fueron el primer paso que reconozco
claramente de mi socialización dentro del sistema del patriarcado. Mejor dicho,
es el primero que reconozco claramente, porque incluso opuse cierta resistencia
inicial. Mi resistencia provenía de mi convencimiento de que Cobain tomó
aquella decisión de manera muy razonada. Bastaba leer su historial clínico, sus
declaraciones y su carta de despedida para darse cuenta. Pero siempre estamos
buscando a la villana, a la Bruja de Blanca Nieves, a la Madrastra de la
Cenicienta, a alguna mujer despechada y ambiciosa que acaba con la vida del rey
para quedarse con el reino y humillar a la princesa heredera.
Y entonces quien está en contra de ese sentido de
lo correcto es aislado socialmente, y era una etapa de mi vida en que
necesitaba aprender a ser gregaria. Era la etapa de la adolescencia y la
juventud, y se supone que sirve para eso, para aprender a vivir en sociedad. En
ese aprendizaje las mujeres te enseñan que hay mujeres buenas y malas, y tú
quieres ser de las buenas, y no juntarte con las malas, porque de ello también
dependen tus posibilidades de encontrar pareja, que es el otro mandato que
debes cumplir a la brevedad.
Luego fui aceptando que las mujeres no somos ni
buenas ni malas, solo mujeres; pero sigue siendo un reto hacerlo entender a
otras sin ser excluida, creo que es la batalla más difícil.
Hay una frase que dice que “el mejor invento del
neoliberalismo es el pobre de derecha”. Tal vez uno de los mejores inventos del
patriarcado sea este “palo encebado entre mujeres”, donde nosotras sospechamos que
el éxito de la compañera fue comprado con favores sexuales, donde cuchicheamos
sobre la ropa que eligió la congresista, donde nos sumamos a decir que las
cuotas no son necesarias porque nosotras logramos hacernos un sitio entre
hombres a base de meritocracia, obligando a otras mujeres y a futuras
generaciones a pasar por lo mismo que nosotras en vez de allanarles el camino.
El concepto que sí conozco es el de “sororidad” y
que busca combatir estas relaciones de competencia insana entre mujeres a partir
de una solidaridad de género, que implica creerle a otra mujer cuando afirma haber
sido violentada, en vez de escanear su vestido y rebuscar en su vida sexual;
que implica no alimentar rumores sobre la compañera que tiene éxito ni
cuestionar su vida amorosa o el tipo de esposa o madre que es. Implica para mí
volver a poner a Hole a todo volumen y apreciar a su vocalista por su arte
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