Un conflicto más en la selva… Luego, ¡es hora de ver el reality!



Desde finales de enero se presentó la alerta de un nuevo conflicto en Loreto, protagonizado por los pueblos achuar y kichwa contra la empresa Pluspetrol. Entre los amores “armani" de los reality y las notas de robo diario en Lima, mientras no hayan muertos, lo que suceda a los pueblos indígenas parece irrelevante. Esta indiferencia es en realidad una forma de sentir, pero ¿qué hace que sistemáticamente se ignore, menosprecie y discrimine a todo lo que no es la “Lima blanca”?

No hay una respuesta certera, pero sí varias sospechas que se expondrán.

Las actitudes (positivas o negativas) implican emociones, pero los análisis que suelen hacerse alrededor del prejuicio y la discriminación no siempre consideran este factor. El racismo es una ideología que sustenta que algunas personas son mejores y otras peores por el color de su piel. Es evidente que una argumentación que hoy es fácilmente rebatible no logra mantenerse por el razonamiento, sino por el sentimiento.

El miedo suele ser una constante para explicar ciertas actitudes, el temor a lo desconocido y el terror a perder el poder. Este último miedo tiene en Perú un origen colonial, cuando los españoles sabiéndose minoría temían una arremetida indígena, o peor, que se unieran a los africanos esclavizados.

Durante siglos se disfrazó el miedo con desprecio, asco y hasta con una caritativa compasión. Ello cumplió una doble función, por un lado empoderaba a españoles (e hijos) al situarlos en una superioridad desde la cual dominaban incluso por el “bien del otro” y también convencía a indígenas y afrodescendientes de su propia inferioridad, reafirmando la relación de poder asimétrica que hizo posible la colonia peruana. Tan posible que las principales rebeliones provinieron de quienes tenían un lugar intermedio en la sociedad: caciques y criollos que eran capaces de entender la injusticia de la asimetría y buscaban consolidar un poder para sí mismos, pero manteniendo la mirada al “otro” indígena y afroperuano como subalterno, posiblemente con una emoción de compasión caritativa y hasta solidaria, pero no horizontal.

En cualquier proceso terapéutico es más sencillo comprender el problema a nivel cognitivo que lograr cambios en los afectos y emociones, sea cual fuere la corriente psicológica que se acoja. Lo mismo estaría sucediendo en este caso, en combinación con otros factores como la informalidad, la oralidad, las prácticas oligarcas y de corrupción, y un largo etcétera estructural.

Es muy probable que a las emociones con que se disfrazó el temor, se hayan ido sumando otras, como también es altamente probable que el temor, en especial a perder el poder aun persista en muchos. Mientras que en la acera del frente parece prevalecer el temor a tomar el poder y a perder lo poco que tienen. 

Volviendo a la pregunta inicial, ¿qué emociones operan para que inexorablemente pasen desapercibidas las noticias, victorias y tragedias de los pueblos indígenas y afrodescendientes? Dicho de otra forma, ¿por qué el “otro” indígena y afroperuano está emocionalmente más lejano que el “otro” concursante extranjero de reality o el “otro” cantante estadounidense?, ¿por qué la selva queda más lejos que Europa?, ¿por qué sigue siendo “otro” y no “nosotros”?

A la teoría del miedo que ya se ha descrito, se agregará una segunda hipótesis relacionada a las teorías de construcción de identidad. El concepto de identidad ha sido empleado preferentemente por la psicología social, a diferencia de los clínicos que prefieren emplear los conceptos de personalidad, autoconcepto, autopercepción y autoestima. La identidad se encuentra en un punto de interacción entre la persona y su medio social, y ciertamente se relaciona con los otros conceptos mencionados anteriormente. En una perspectiva de desarrollo humano, los cimientos de la identidad se forman en la primera infancia, se redefinen en la adolescencia, y están propensos a un dinamismo permanente durante la adultez.

En la etapa de formación de la identidad, son sustanciales los referentes en el entorno, los cuales pueden ser asumidos como parte de la identidad, o formarse la identidad en contradicción con el entorno. Entendamos como entorno, todo aquello a lo que tiene acceso el niño o adolescente, no solo su familia, comunidad o escuela, sino lo que le es presentado a través de medios como los libros, la televisión, la radio, el internet, etc. Por ello es que los protagonistas de un programa extranjero o un reality forman parte de algo con lo que se pueden identificar positivamente. De otro lado lo andino, amazónico y lo afrodescendiente suele estar en el entorno, pero al ser calificado negativamente se forma la identidad en negación a estos sujetos, y ciertamente, esto ocurre en las mismas personas andinas, amazónicas y afroperuana.

Este es un elemento que ayudaría a explicar el distanciamiento emocional, en nuestra identidad no incorporamos como nuestro la herencia indígena y afrodescendiente, aunque sí la europea, la estadounidense y la “criolla”. Por eso el Perú sigue siendo Lima, pero no la Lima diversa, la Lima auténtica, sino la Lima soñada desde la colonia, siempre temerosa de perder el poder ejercido sobre esos “otros” que son nuestros hermanos negados.

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