LUQUITAS

Era un perrito blanco, peludito, alegre, cachorro, travieso, demasiado travieso. Santiago, su dueño, su hermano mayor lo quería más que a nadie. A sus 10 años Santiago vive con su mamá y sus abuelos a unas cuadras de la vía expresa, a su papá lo ve poco desde que se divorció. Santiago no me quiso contar mucho más de él, lo conocí en un momento que lo marcará, y a mí un poco también.

Santiago corría desesperado llamando a su perro, a su hermanito como le llamaba, corrí con él, y un chico más también. A cada cuadra nos avisaban donde estaba y seguíamos corriendo, hasta que la tragedia llegó en una pista, un taxista impidió que Santiago cayera tras Luquitas. Desesperado, Santiago no quería ir a casa, la culpa y el temor a una reprimenda lo invadían. Nos quedamos con él dos perfectos extraños, calmándolo, tratando de ayudar y ubicar a su familia. Luquitas agonizaba en la vía rápida y no había forma siquiera de recoger su cuerpecito blanco. “No debió ver eso” me dijo el otro muchacho… creo que yo tampoco.

Quien ama a su mascota entiende el dolor de Santiago, quien recuerda su infancia recuerda la carga de estos acontecimientos. La impotencia fue demasiado grande, y una vez más notamos lo poco que nuestra sociedad está preparada para afrontar estas situaciones, ¿a quién llamar?, ¿serenazgo, los bomberos, la policía? Lo positivo fue la solidaridad que en ese momento surgió entre tantos desconocidos.


Convencí a Santiago de acompañarme a casa y en el camino encontramos a su abuelo, quien lejos de estar molesto (o apenado) por la muerte de Luquitas estaba buscando al nieto desaparecido más de media hora. Regresé a casa, abracé a mis gatos y lloré por Luquitas. Los bomberos señalaron que irían a buscar el cuerpecito del perrito, mientras Santiago regresaba a casa con el consternado abuelo quien prometió otro perro. No sé si veré de nuevo al niño, pero si fuera así, espero verlo sonreír.




PD: No dejen a un niño solo al cuidado de un perrito.

Comentarios