(las peruanadas serán escritas dentro de poco)
La culpa es un invento de las culturas judía y árabe que aprendimos a
través del catolicismo. En otras culturas milenarias, como las orientales y las
originarias de las américas, la culpa, tal como la formula el cristianismo, no
existía.
La psicología humanista, la cognitiva y el psicoanálisis contemporáneo
coinciden en criticar la culpa por ser poco saludable emocionalmente, tanto cuando
se culpa a otros, como cuando se hace así mismo. Cuando nos centramos en hallar
al culpable, sin una visión comprensiva de las circunstancias y los actores,
perdemos la capacidad autocrítica, por lo
que estamos expuestos a repetir nuestros errores y ser vistos como soberbios,
dañando nuestra relación con el resto. Cuando nos culpamos a nosotros mismos,
tendemos a sobre-examinar nuestro pasado, atándonos a él, y nuestra capacidad
de acción disminuye. Además, en la tradición católica, la culpa se expía con un
acto de constricción y la confesión, por lo que solemos demandar al supuesto
culpable una confesión pública.
Estas consideraciones son válidas para todo quehacer humano, incluyendo
la política. En vez de asumir responsablemente las consecuencias de nuestros
actos y decisiones y superarlos (que sería la recomendación de cualquier
psicoterapeuta), desgastamos tiempo, energía y afectos en determinar culpables.
Como tampoco está en nuestras manos viajar en el tiempo para modificar los
hechos, son totalmente improductivas preguntas como: ¿y si hubiera habido primarias?,
¿y si poníamos a otra candidata? ¿y si no hubieran roto?, ¿y si no hubieran presionado
para evitar la centro-alianza?, ¿y qué tal si no revocaban a los regidores?, ¿y
si no se hacía la alianza con el PPC?, ¿y si se hubieran comunicado mejor las
obras?, ¿y si los medios no estuvieran en contra?, ¿y si se hubiera mantenido
la alianza con Patria al llegar?, ¿y si no se revelaba el “poto-audio”?... ¿y
qué tal si la lista del 2010 hubiera pasado por primarias mejor?
La inutilidad del ejercicio es que es interminable si se realiza de
manera objetiva, y si se hace desde la subjetividad –como siempre- nos
detendremos en quien tiene cara de sospechoso/a, y entonces le exigimos –según nuestra
cultura católica que prevalece aún en ateos- que confiese para poder imponerle
una penitencia. Porque solo si confiesa y cumple su penitencia podrá obtener el
perdón. Mientras tanto, nos sentimos en libertad de guardar rencor, y en virtud
de ese rencor, continuar culpando e injuriando.
La actitud racional (madura) es leer los hechos sin buscar culpables,
sino aprendizajes que permitan tomar decisiones para el presente con proyección
al futuro. Los hechos nos dicen que no somos iguales, que tenemos diferencias
programáticas, estratégicas y tácticas, y que ni siquiera hay claridad en todos
sobre el sujeto político a representar.
Son los hechos, sobre ellos se ha de evaluar las conveniencias o no de
alianzas en determinados contextos, electorales o no; y probablemente sea más
en lo no electoral, en las coyunturas cotidianas donde se cristalicen las
alianzas. Es la cotidianeidad la que suele dar cohesión e identidad, no la
presión, la descalificación o el chantaje.
Los hechos nos dicen que en cuatro años nadie ha logrado empatizar con
la población limeña, o habríamos tenido más votos viciados o por Diálogo
Vecinal, en vez de la migración del voto anti-castañeda a Cornejo. Quisimos
llevar a la población a una polarización entre la honestidad y la corrupción,
cuando la queja reiterada de choferes, cobradores, comerciantes informales y
sus familias era que “Susana no deja trabajar”. Es esta “clase sobreviviente”
(a la violencia, al desplazamiento, la migración y la invasión, a la exclusión,
a la hiperinflación, al neoliberalismo)
la que busca ser representada, aquella que, parafraseando el Programa de la
Gran Transformación, no se ha beneficiado del crecimiento económico.
Para lograr esa conexión, poco aporta pasearse por los medios
golpeándose el pecho o señalando con el dedo a quien no supo… ¿qué?: ¿escoger
aliados?, ¿hacer campaña?, ¿gobernar después de la revocatoria?, o ¿gobernar
desde el primer día como regidores y alcaldesa? Acá lo que queda es actuar
desde la oposición y construir con el pueblo de Lima. De lo contrario, la próxima
vez no solo será un corrupto eficiente o quien mate menos quien nos gobierne,
sino que se irá abriendo paso otro sector que ayer casi logró la representación
en un distrito: el “fascismo nice” de Madeleine Osterling y su virtual regidor
electo Oliver Stark. Existe la izquierda
más allá de Villarán. Existe la izquierda más allá de las limeñadas. Existe,
incluso más allá delos intentos fallidos de unidad, porque está en las garras
que han permitido a limeños sobrevivir todo este tiempo, y que hasta ahora no
hemos podido representar.
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