No es por Susana

No voté por Villarán (como me refiero a ella siempre en anteriores escritos), no sería lógico hacerlo ahora. No voté porque no creí que su propuesta fuera una opción de izquierda, además de la inexperiencia de su equipo. Los primeros meses de su gestión parecían corroborar esa impresión, pero de pronto sucedió algo insospechado: Las derechas, pero sobre todo las mafias le temían.

En la vida como en la política y el arte hay escenas que solo se aprecian en su real dimensión a distancia. Así, lo que de cerca parece una superposición desordenada de grupos o puntitos en disputa, para las mafias es la configuración del enemigo en un cuadro impresionista.  

En la izquierda actuamos como esquimales, diferenciando decenas de tonalidades de blanco (o rojo), en tanto la derecha siempre ha sido daltónica. Por eso, mientras discutimos si Villarán es blanco humo o está fuera de los blancos, a ellos les basta con saber que no es de los suyos para rechazarla.
Villarán no ha hecho una gestión de izquierda. Ha hecho obras (duela a quien le duela), pero no se necesita ser de izquierda para hacerlas. Ha hecho obras y NO ha robado, y no debería necesitarse ser de izquierda para no robar. En suma, les ha “maleado” el negocio a la mafia y eso es lo que no le perdonan. Sostengo que este gobierno no ha sido de izquierda porque de haberlo sido habría previsto mejor los impactos del traslado de La Parada y la Reforma del Transporte. Ambos emblemáticos y necesarios, con los que tal vez pase a la historia; pero concebidas
desde la clase media, y no desde esa clase “sobreviviente” que es la mayoría en Lima.

Seguramente había mejores formas de enfrentar estos comicios, de establecer alianzas y regidores, pero difícilmente otro candidato con mejores opciones que alguien que ya es conocido. Reemplazarla hubiera significado ante la ciudad reconocer su “incapacidad”, lo que en boca de la derecha mediática significa la “incapacidad de la izquierda”; porque, reitero,  para la derecha si tiene pico de pato, patas de pato y pone huevos, es un pato, aunque para nosotros sea un ornitorrinco.

Ya no interesa quién dijo qué, quién traicionó a quién, qué adjetivos se utilizaron… un duelo normalmente dura novena días, ese tiempo ya pasó, ahora toca mirar adelante que significa sortear dos batallas: Vencer el “roba pero hace obra”  y evitar que le den una paliza a lo que la derecha, ese “otro”, ha nombrado “izquierda”, porque esa concepción es la que han logrado instalar los medios en el imaginario de la mayoría, para bien (la izquierda existe) o para mal (no es la izquierda que queremos).

El 2010 todo mundo daba por sentado que yo iba a votar por Susana y me tuvieron podrida hasta las 3pm pidiéndome que sea personera, después de ver hasta en la sopa las chalinas verdes y los pines de pick-badges en el Facebook cual limones en remate. ¿Dónde se fue todo mundo? ¿Ya no viven en Lima? Villarán se salió con la suya, sí, ¿hasta cuándo durará el duelo? Seguramente merece un castigo, pero no seamos sus verdugos, la cola desde Alditus hasta Orión para pegarle es más larga que la del corredor azul en hora punta. La verdad Villarán jugó al todo o nada con la reforma y sus alianzas… y sabemos lo que pasa con las apuestas.


No votes por Susana, no le hagas campaña, yo tampoco lo haré. Yo votaré para defender ese imaginario incipiente de la izquierda, porque así, gaseoso, efímero, irreal, es más de lo que nos dejó Fujimori, y porque si lo llenamos de contenido será nuestra principal arma para el 2016, para recordarles que la izquierda sí existe. Es tiempo de politizar esta campaña y trascendernos a nosotros mismos, ya no por la ciudad como en la revocatoria, sino por el país. La batalla tal vez esté perdida, pero no la guerra.

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