En defensa de Isabel Flores de Oliva

"Patrona de América 1" por Jorge Miyagui
http://jorgemiyagui.blogspot.com/2011/01/patrona-de-america.html
El 20 de abril de 1586, o tal vez el 30 nació una limeña mestiza, que es una de las pocas mujeres de la colonia de quien conocemos parte de su historia y existencia. Ello gracias a que la iglesia católica al declararla “santa” desarrolló una importante investigación y guarda documentos sobre su vida.

Es curioso que a casi 400 años de su muerte, esta mujer siga levantando pasiones encontradas, están quienes la reivindican como una santa milagrosa, orando y ofreciéndole devoción, y hay quienes la detractan tildándola de masoquista y loca.

Sobre la santidad, esta es una categoría propia de la iglesia católica que es quien la otorga siguiendo sus protocolos. Si se es creyente, se acepta esta categoría, si no se es creyente, resulta un tanto ocioso debatir la santidad de una persona, ya que desde el momento en que no se es católico, no se cree en los santos en general, menos en una en particular. También las ciencias de la salud mental tienen sus protocolos para determinar la patología de una persona, una de ellas es que el comportamiento sea extraño para su cultura y sociedad. En la época en que Isabel vivió, la forma de meditación que estaba de moda era el dolor físico, así como hoy está de moda el yoga. Si alguien alcanza mantener por horas una posición extravagante de yoga, no le tildaremos de loco, sino de maestro. Entonces, para su época el lograr hazañas en la forma de meditación de moda no era locura, sino maestría. Loca, además es una categoría usada para deslegitimar a una mujer que no sigue los patrones de conducta esperados para su rol de género en una sociedad.

Desde una postura objetiva y agnóstica, Isabel no fue ni santa ni loca. Situándonos en la época, ser hija de un soldado español y una mujer indígena marcaba un estatus en la sociedad, y se esperaba de ella un buen matrimonio que permitiera a la familia ascender socialmente al estar en un punto intermedio dentro de la pirámide social, el que posiblemente logró su padre con gran esfuerzo al salir de España. Arguedas procesó este dilema de identidad a través de la literatura, Isabel, intentó hacerlo mediante la meditación y el acercamiento a los indígenas (que eran los “pobres”).

Para una mujer en esa época solo habían dos opciones de vida: casarse o ser monja. Isabel tenía una clara vocación de servicio y de acercarse a los indígenas que conoció en su infancia en Quives. La única forma de desarrollarla era la religión. Sin embargo, sus padres se opusieron firmemente, porque bloqueaba así las oportunidades familiares de desarrollo económico y social. Isabel buscó compensar eso trabajando en una de las pocas opciones para una mujer de su rango social: la costura y bordado, aun así no era suficiente, y finalmente nunca le permitieron ingresar al monasterio, con argumentos no del todo esclarecidos.

Debió ser realmente molesto para sus padres y hermanos que Isabel no solo insistiera en ir a cuidar enfermos sino que se reuniera con el mulato e hijo ilegítimo Martín de Porras. Se dice que aprendía de él técnicas curativas. Se sabe que muchas de ellas venían del conocimiento africano. Esto hubiera sido suficiente para acusarla de bruja, por ello seguramente es que no se guardan registros de dichas reuniones, a pesar que luego Martín fuera también reconocido como santo. Pero el estrecho vínculo que mantuvo con las autoridades eclesiales de la época valió para que su comportamiento fuera de la norma para una mujer de la época no fuese tildado de brujería.

Isabel hizo una vida que ninguna otra mujer hubiera logrado en esa época sin el apoyo de un sector de la iglesia católica. Este apoyo, de seguro no surgió únicamente del reconocimiento de su espiritualidad como ellos afirman en sus documentos, sino de la popularidad de la que gozaba “Rosa” entre criollos e indígenas, esa gran masa subyugada en la colonia de la que España temía siempre una rebelión. Ya que ella se limitaba a las obras de caridad, no era peligrosa, y más bien notaron pronto que su carisma podía ayudar a convertir al catolicismo a esta masa temida, y con ello, ejercer cierto control. Por ello no debe extrañar que los trámites para su canonización fueran iniciados (y culminados) relativamente rápido.

La iglesia católica siempre ha actuado combinando criterios espirituales y políticos desde su triunfo en Roma. Por ello transformaron la imagen de Isabel Flores de Oliva, incluyendo el nombre con el que se había hecho popular: Rosa. El catolicismo fue una herramienta para la colonización, y fue estratégico nombrar a una santa mestiza para afianzar la religiosidad en las américas. La opción contraria suponía reconocer que una mujer podía escapar al destino del matrimonio, rehusar los patrones estéticos de la época, revalorar su identidad hacia lo indígena, emplear plantas curativas, predicar,  y mantener diálogo con las autoridades civiles y religiosas de una de las principales capitales de la colonia americana. Es decir, hubiera supuesto acusarla y condenarla de brujería, lo que hubiera sido terriblemente contraproducente dada su ascendencia entre criollos, mestizos e indígenas.

Isabel logró a partir de su propia lectura de la biblia forjarse a sí misma una opción de vida aceptada socialmente y que le permitió su propia autorrealización. Al afearse espantaba pretendientes, al hacer caridad seguía su vocación de servicio, al castigar su cuerpo desarrollaba la meditación, al predicar lograba interceder (incidir) por los indígenas frente a las autoridades, al dialogar con religiosos evitaba ser catalogada de bruja.


Es tiempo de reconocer en esta limeña el real personaje histórico que significó, y desligarnos de la imagen que la iglesia nos vendió de ella, que enfatiza sus milagros y su mortificación porque eran los valores que el catolicismo realzaba entonces. Verla como lo que fue: una mestiza de las primeras generaciones, sensible a la explotación minera de los indígenas, con un carisma sinigual y que trazó su propio camino en medio del machismo colonial.

Comentarios

Ybeth Arias ha dicho que…
Hola. Gracias por tu interesante texto. Sin embargo, la cuestión de mestiza la verdad aún no está demostrada. Sé que Mujica lo indica pero las fuentes en que se fundamentan no las ha mostrado. El sermón del franciscano Tenorio lo indica pero señala que sólo conoce a los confesores de Rosa. Lo que sospecho que fue parte de un recurso retórico. La otra vez que Mujica indica el mestizaje de Rosa es en un artículo y señala que pronto publicará la fuente, pero aún la desconozco. No quito méritos a la obra de Mujica, ádemas estimo a su persona. Pero, tal vez, lo más importante es que son pocas las hagiografías, sermones y relaciones de fiesta de la época (siglos XVII y XVIII) que la presentan como criolla. En general, la mayoría la presentan como natural (es decir, nacida) de Lima, Perú y las Indias (América hispana). Creo que sobrevaloramos la cuestión de la "casta". Saludos...