Nuestros héroes civiles de la democracia

La historia que nos enseñan en la escuela se refiere a guerras, casi siempre perdidas, por la posesión o dominio de un territorio: contra España, Chile, Ecuador… Pero muy poco nos dicen sobre las formas de gobierno y la distribución de poder, y las luchas que por ello se han suscitado. Se ensalzan y detallan regímenes autoritaristas como el Imperio Incaico sin una visión crítica de los abusos que también se cometieron y que causaron sublevaciones y alianzas con los españoles que posibilitaron la generación del virreinato.



La gesta de la independencia también es narrada alrededor de las batallas finales, mas no de las decenas de intentos previos como los movimientos de base de indígenas, criollos y afrodescendientes esclavizados. Se niegan esos procesos como si por poco exitosos o aglutinadores no hubieran existido, y aquellos que son innegables la moraleja final nos dice que partiendo de indígenas estaban condenados al fracaso, como para reafirmar que lo que inicia un indígena siempre acaba mal, y solo puede surgir un buen gobierno y liderazgo desde fuera del país, aunque para ello haya que blanquear a San Martín y Bolívar que se sabe tenían ancestros afros.



Luego tenemos una sucesión de gobernantes que son listados sin reflexionar sobre las pugnas de poder, las estructuras de gobierno vigentes, o la sensación y situación de las poblaciones al respecto, y por qué se mantuvieron tanto tiempo políticas como la esclavización de los afrodescendientes y el tributo indígena, en un momento en que dichas poblaciones tenían un porcentaje altísimo de población, o la segregación y negación de derechos de las mujeres, pese a que todos estos sectores contribuyeron a la formación de la república.



Hoy nos quejamos porque no existen partidos políticos que sostengan la democracia; pero cuánto sabemos de la gesta de los partidos en nuestro país. Estando cercanos a cumplir 200 años de vida republicana, el partido más antiguo vigente bordea los ochenta y tantos, los que se disputaron la segunda vuelta no pasan los veinte, y los que surgieron con la República tuvieron una vida corta por los sucesivos y constantes golpes de Estado. La construcción de los partidos y sistema que hoy conocemos costó numerosas vidas, vidas que no forman parte de nuestro imaginario cotidiano como Olaya, Grau o Quiñones, y que debiéramos recordar a través de nombres, fechas y lugares de hechos como la persecución a los apristas, el leguiísmo, las guerrillas en los setenta, las organizaciones de afectados por la violencia política y comités de autodefensa y la acción cívica contra las dictaduras en los últimos cien años. Miles de rostros, hombres y mujeres, indígenas y afrodescendientes, campesinos, migrantes y limeños, de generaciones tan recientes que nosotros y nuestros abuelos conocemos un pedazo de sus luchas, pero no reconocemos a estos compatriotas como héroes, pese a que sin ellos y ellas, no tendríamos siquiera esta frágil democracia de hoy.



No hay que dejar escapar la oportunidad de reformular (ya toca) el currículo, los materiales y la formación docente hacia ello, hoy que se quiere reforzar la formación ciudadana.

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