"Mama", "Jacinta" y Pizango

Empecé a escribir esto hace un mes entre los ajetreos de las campañas de racismo en los medios y del aniversario del baguazo. Una vez más, intentando darle sentido a las ochenta mil cosas en las que me involucro de manera personal y como parte de nuestro colectivo. Se ha intentado abordar ambos problemas por separado y desde perspectivas políticas, sociales, y legales, yo quería acercarme en cambio desde las subjetividades, en un intento de praxis de psicología social, pretende ser una visión más, no reemplazar ni centralizar el tema en una única perspectiva.

Para plantear el problema y combatir la página en blanco, empecé planteándome algunas preguntas:

¿Qué permitió que García emitiera una serie de decretos supremos vulnerando los derechos de nuestros hermanos indígenas? La indiferencia. ¿Qué permitió que la selva estuviera más de 50 días en paro sin mayor respaldo? Nuestra indiferencia y de los medios. ¿Qué permitió que se llegara al extremo de que mueran nativos y policías en un enfrentamiento fraticida? Una vez más, nuestra indiferencia, el hacer caso a lo que sucede “al otro” a menos que hayan muertes de por medio.

Somos peruanos, pero se trataba de “otro”
Emocionalmente, culturalmente, estamos más cerca de Estados Unidos o España que de Bagua, después de todo, EEUU está en el cable y España cruzando el charco, mientras que Bagua y las comunidades indígenas están en otro mundo.
Desconocemos sus costumbres, su historia, sus problemas, sus fiestas, tenemos una idea vaga cuando no negativa de su existencia, y eso nos distancia.
Incluso las concepciones y valoraciones que tenemos de España o EEEUU (para continuar con estos ejemplos) están mediadas por una imagen simplificada de ellos que nos permite categorizarlos más fácilmente: los llamados estereotipos.

Estereotipos y racismo
Los estereotipos nos permiten caracterizar a una persona por su asignación a un grupo de pertenencia. La lógica es simple: “Todos los X soy Y. Si fulano es X, entonces es Y”. Hasta acá no hay nada extraordinario, pero si el estereotipo es negativo: “las serranas son sucias e ignorantes”, “los negros son rateros y brutos”, “los chunchos son salvajes y manipulables”, tenemos la base del prejuicio y el racismo.
El racismo es la creencia de que algunos humanos son inferiores o superiores de acuerdo a sus rasgos físicos (pigmentación de la piel, cabello, rasgos faciales, etc.). Los estereotipos son aprendidos desde la temprana infancia a través de experiencias propias, así como por medio de la observación y de agentes socializadores como los medios de comunicación, que refuerzan estereotipos racistas, justificando muchas veces la actitud de desprecio y la concepción de inferioridad del otro.
El racismo no solo se expresa hacia las personas o grupos de personas, sino hacia sus productos culturales y costumbres. Para no ser discriminado un compatriota andino o amazónico en Lima debe renunciar o al menos disimular sus preferencias gastronómicas y musicales, ocultar las fiestas en las que participa y cambiar por completo su vestuario. Pero se trata de mucho más que artefactos o usos externos, es toda una cosmovisión del mundo y de su relación con la tierra que ha logrado sobrevivir durante más de 500 años y que subsiste pese a la imposición de un idioma y una religión, dos pilares de toda cultura, y a la que han sobrevivido con diversos grados de sincretismo y fusión los indígenas andinos, amazónicos y afrodescendientes esclavizados.

Indiferencia y racismo
No redundaré en el ejemplo de cómo mientras las víctimas de la violencia política eran indígenas andinos y amazónicos el tema no era tratado en Lima: sus muertes no importaban. Me referiré a hechos más actuales, como las constantes heladas puneñas que en vez de generar una política de estado concreta, recae en una recolección de ropa “sobrante” limpia-conciencia, o a las recientes muertes en el Amazonas, que perdieron protagonismo frente al departamento de la Berenson o el video de Lucar.
El perro del hortelano y la lógica que los indígenas deben sacrificarse –como si vivieran con privilegios- por el bien común del país, se sustenta en dos creencias. La primera es que los indígenas necesariamente son los equivocados, por ignorantes, retrasados, manipulados, salvajes y demás adjetivos racistas. La segunda, es que el Perú es sus grupos de poder y no sus ciudadanos. Una peligrosa combinación de dos creencias que son las que han sustentado hasta el día de hoy la exclusión y discriminación en la que se encuentran los pueblos históricamente discriminados, valga la redundancia en la expresión.

Medios de comunicación y reproducción de racismo
Como si estas creencias no estuvieran lo suficientemente arraigadas, los medios de comunicación en vez de cumplir su rol de informar con objetividad, optan por reforzar e incluso crear más estereotipos fundamentando el racismo ya existente.
Las noticias sobre los paros protagonizados por andinos y amazónicos, los hechos en que se ven involucrados afroperuanos, incluso aquellos donde andinos migrantes son víctimas de robo, todos sin excepción son tratados desde una visión negativa y racista.
Siempre que es un andino, un afro, un amazónico, se trata de “protestas manipuladas”, “choros monses”, “chicheros desprevenidos”, “dirigentes desinformados”, “jugadores borrachos y tramposos”. Mientras que con quienes no comparten estos rasgos los medios se muestran condescendientes, casi comprensivos.

La paradoja del humor
Todos los estudios de resiliencia, de psicología de la salud, tratamientos anti-estrés, etc., coinciden en señalar el humor como un factor positivo. Parte de su poder es que los mensajes suelen ser recibidos e incorporados sin mayor resistencia consciente e inconsciente. Pero esa misma característica es la que lo puede volver un arma cuando los mensajes detrás del humor son negativos.
A excepción quizás de Aldo Mariátegui y Bedoya Ugarteche, la mayoría de los comentarios racistas son precisamente comentarios de los presentadores, o incluso bromas aparentemente inofensivas que luego son repetidas.
Pero existen otros programas de entretenimiento, que no pretenden explícitamente formar opinión, pero que gracias al poder del humor cumplen esa función con igual o mayor éxito que los programas informativos que sí se han planteado dicha misión. Los mensajes que se transmiten son igualmente racistas, pero al no encontrar resistencia son más perniciosos al momento de reforzar estereotipos, auspiciando formas de relacionarse basadas en el irrespeto y la injuria racista.
Personajes como el “Negro Mama”, “Paisana Jacinta”, “Carlota” y otros tienen este efecto sobre la percepción de quienes pertenecen a los grupos andinos, afroperuanos o tienen un orientación/identidad no heterosexual. Ello no sucede cuando se satiriza a un personaje real, porque la identificación con el grupo étnico de pertenencia queda en segundo plano frente a la identificación con el personaje “original”.

Se instala el círculo vicioso
Lo peligroso de que los medios de comunicación jueguen este papel es que están formando opinión sobre la base de prejuicios racistas, con lo cual, no solo se refuerzan los estereotipos, sino que se van creando otros nuevos.
Entonces, ya no solo se genera indiferencia en la sociedad, sino que esta termina culpando a la víctima: No fue el estado el que violó los derechos de los indígenas, sino estos “salvajes quienes asesinaron a los policías”. No es la sociedad la que mantiene un racismo y exclusión estructural, sino “unos negros acomplejados que no quieren dejar trabajar al resto como cargadores”
Así, de manera casi mágica, el mecanismo para seguir discriminando se justifica al culpar al “otro”, eximiendo al discriminador de reparar el daño ocasionado. Siendo ellos, “los otros”, los culpables, están haciendo algo malo contra la sociedad y el país, perdiéndose absolutamente la mirada de derechos.
De esa forma es que por ejemplo Pizango en vez de ser visto como un líder o representante de un sector de la población, es visto como manipulador responsable de la muerte de los policías. El problema se trivializa y se pierde de vista el tema de fondo, después de todo, los estereotipos tienen como función evitarnos la tarea de construir una mirada comprensiva y dialogante de ese “otro” que en realidad es hermano, hermana, compatriota.

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