El verdadero reto del recambio generacional

Gonzalez Prada decía que para que los jóvenes fueran a la obra, tocaba que los viejos se fueran a la tumba. Pero resulta, que los viejos no tienen ninguna intención de irse a la tumba, posiblemente porque no se han dado cuenta que ya están viejos, o porque recién están empezando a hacer las cosas "a su modo", pues los que eran viejos para ellos, no dieron el paso al costado hasta que no les quedó más que dar el último paso...

Pero ¿qué tanto se diferencian los "actuales viejos" de los "antiguos viejos"? o más importante aún: ¿qué tanto se diferencian los que se llaman jóvenes, de los viejos?

Un joven comentaba que en una reunión de jóvenes de diversos partidos intentaban encontrar agendas y acuerdos comunes. Este esfuerzo se vio interrumpido por un señalamiento de otro joven, quien afirmaba que no era posible olvidar El Pasado. Un pasado que los ahí reunidos solo conocían de oídas, por una serie de teléfonos malogrados reistrados en conversaciones de café, actas de asambleas, boletines panfletarios y con suerte en algún libro de historia con bajo tiraje.

Nadie niega la importancia de la historia, pero volverla en una atadura o excusa para repetir el mismo error de fondo -dividir esfuerzos- no parece ser muy útil.

Una joven profesional empieza a querer trabajar temas de género, integrándolos en los actuales movimientos sociales y se encuentra atada de manos en algunas tomas de decisiones por el arraigado machismo institucional. En vez de ayuda externa, encuentra un viejo movimiento feminista que aún no aprende a comprender, aceptar y valorar realmente la diversidad cultural, y que mantiene la actitud confrontacional de los primeros años de lucha, más impositivo que dialogante. ¿Se enfrenta la joven a una "vieja"? No. A otra joven, también atada por su cultura institucional.

Podría seguir con ejemplos de activistas que forman asociaciones donde repiten las prácticas que criticaban a las ONGs, o profesionales que creen que lograrán el cambio en la responsabilidad social empresarial y que más bien están cerca a cambiar ellos mismos sus viejas creencias, o por qué no, de profesionales absorbidos por la lógica burocrática, limitados en su capacidad de proponer y crear.

El mayor peligro es convertirse a sí mismo en el enemigo.

Si lo que se hace es reproducir prácticas y errores, no vale la pena empujar a los viejos a la tumba, no hay un cambio verdadero, y es que el recambio generacional no es una parte inevitable del ciclo vital como nacer, crecer y morir. Se trata principalmente de un cambio de prácticas y de actitudes, es una batalla cotidiana en la que se robustece la trinchera día a día.

La clave es no perderse, no reproducir las viejas discusiones con antiguas posturas, sino construir nuevas soluciones dialogando. Si se logra un acuerdo sobre el destino, puede sér más sencillo negociar la ruta si hay disposición.

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