Publicado originalmente en : Foro Educativo
Es saludable que se discuta cada vez más sobre
el racismo, la xenofobia y las diversas formas de discriminación que nos
afectan como sociedad, limitando el pleno goce y ejercicio de los derechos
humanos de las personas.
Sin embargo, aún nos es difícil identificarlo
de manera cotidiana.
Entre quienes siguen negando el racismo,
destacan por la frecuencia dos argumentos que desmontaremos:
1. No hay racismo porque no existe el
apartheid, la Constitución dice que somos iguales.
2. En Perú todos somos mestizos, por
tanto, somos iguales y no hay racismo.
El primer argumento alude a experiencias de
países como EEUU y Sudáfrica. Sin embargo, el concepto de racismo no alude a un
mandato legal, sino social.
El racismo es una ideología o pensamiento
aceptado por la mayoría de la sociedad que asocia ciertos fenotipos con
habilidades supuestamente intrínsecas, cargada con una noción de superioridad
de unos frente a otros. En Perú no existe separación legal desde la abolición
de la esclavitud y del tributo indígena, pero la sociedad ha seguido
funcionando económica y culturalmente acorde con esta noción de que unos son
más iguales que otros.
La idea del mestizaje como proyecto país está
arraigada en discursos oficiales desde inicios de la república, e incluso
antes. Sin embargo, desde sus inicios ha fracasado como proyecto homogeneizador
de la sociedad. No solo ha fracasado porque quienes están en posiciones
privilegiadas visibilizan más a sus antepasados europeos que de otras
vertientes (salvo sean de la realeza inca), sino porque el racismo peruano se
relaciona estrechamente con la cultura y la posición económica, además del
colorismo.
El colorismo lo apreciamos mejor hoy en día por
la aparición de neologismos despectivos como “color chaufa” o “color puerta”,
que marcan una diferenciación por la pigmentación de la piel, más que por el
origen étnico o cultural. En nuestro imaginario lo no-blanco se asocia a
pobreza y a determinados productos culturales como música, ropa, forma de
hablar, etc. que son considerados inferiores.
Es ahí cuando se hace difícil reconocer la discriminación.
Alguien puede señalar que no le gustan las personas venezolanas porque “hacen
demasiada bulla”, aludiendo a una práctica cultural festiva, y en apariencia
está siendo objetivo porque alude a un comportamiento verificable. Sin embargo,
no se considera que esta práctica puede verse acentuada en su manifestación
como manera de gestionar el duelo por la pérdida de su hogar y la adaptación
forzada a un nuevo contexto. Tampoco se toma
en cuenta que hay otros grupos culturales en el país con diversas prácticas
festivas que también perjudican al entorno, como la pirotecnia en año nuevo, y
en cambio se generaliza respecto a un grupo cultural, pues no todas las
personas venezolanas son fiesteras.
A esto le llamamos un estereotipo. Los
estereotipos, como en el ejemplo pueden tener una pata en la realidad, pero las
otras tres patas son la generalización irreflexiva, la falta de ejercicio de
empatía, y la ausencia de búsqueda de soluciones.
No todos los estereotipos son sobre defectos,
pero sí apoyan el mantenimiento del sistema de racialización. Por ejemplo,
asociar lo amazónico con lo alegre, lo afroperuano con lo deportivo, o lo
andino con lo trabajador, hace que percibamos a esas personas ideales para el
entretenimiento y trabajo manual, y no tanto para altos cargos y trabajo
intelectual.
¿Y eso cómo llega a la escuela?
El racismo en el ámbito escolar no llega
solamente a través de discusiones entre estudiantes, está presente en la
invisibilización de aportes de diversos pueblos, en la falta de representación
en las decoraciones por festividades, en los apodos a estudiantes, e incluso a
maestros, en la no inclusión de la discriminación como falta sancionable en el
reglamento interno, o en el trato despectivo a madres o padres de familia.
Algunas cosas que podemos ir haciendo para
combatirlo son:
Ø Cuestionar mi racismo interiorizado,
nadie se salva de haber crecido en un ambiente lleno de estereotipos y una
constante naturalización del racismo.
Ø Reflexionar cada vez que veo una
representación étnica si está estereotipada, ¡el chiste daría risa si invierto
los roles?, ¿alguien se sintió ofendido?
Ø Dejar de culpar a la víctima, en vez
de pensar que la persona “es muy sensible”, respetar su experiencia y evaluar
los acontecimientos en búsqueda de soluciones.
Ø Dialogar y debatir abiertamente en
clases y con la comunidad educativa, podemos destinar algunos espacios
específicos para hacerlo.
Ø Combinar currículo, tutoría y
convivencia, es decir una real transversalización, el currículo nos permite
tanto visibilizar presencia y aportes de pueblos discriminados, como analizar
hechos de discriminación y desigualdad en el país y el mundo, mientras que la
tutoría nos ayuda a desarrollar las habilidades sociales y empatía para
cuestionar los estereotipos, y las normas de convivencia, a consensuar
respuestas cuando estos hechos se presentan.
Esta secuencia requiere ser repetida de manera
permanente en la planificación, las interacciones, las evaluaciones, en todo el
proceso de enseñanza aprendizaje y de convivencia escolar.
Es una labor de largo aliento que necesitamos
asumir como sociedad, y la escuela tiene un rol fundamental. Este mes que se
conmemora el día internacional de la eliminación de la discriminación racial,
te invito a reflexionar del tema con tus colegas docentes, con tus estudiantes,
incluso en primaria (te sorprenderás), y con toda la comunidad educativa.
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