Antipolítica, persecusión y represión.

Los discursos contra el quehacer político se han radicalizado en Perú y casi todo occidente (países bajo la influencia estadounidense) y que hoy también atraviesan crisis de representación y democracia cualitativamente diversas.

Perú, como tantas veces, se suma a una tendencia global con sus particularidades, incapaz de ensamblarse al coro, una vez más damos nuestra propia interpretación del momento histórico.

La mayoría de los análisis al respecto señalan una polarización, la que en la cotidianeidad se expresa en la sospecha y estigmatización de quien piensa diferente, generando en consecuencia una serie de acciones, desplantes y represalias.

Pero esta polarización no es una disputa ideológica.


Es en cambio una pelea de box entre dos hombres de paja que los unos han construido respecto de los otros…

En la esquina izquierda, con calzoncillo rojo el espantapájaros terruco, y en la otra esquina, apenas se aleja tres centímetros del progresismo, es espantapájaros facho…

Lamentablemente, en la vida real, los hombres y mujeres que son reemplazados por un espantapájaros rojo son quienes enfrentan riesgos y consecuencias reales a su dignidad, supervivencia e integridad. Ser identificado como caviar o terruco por quienes ostentan el poder tiene consecuencias materiales que pueden ir desde el veto en espacios laborales y de activismo, pasando por acoso en el lugar de trabajo o residencia, hasta la criminalización y la muerte si acaso osa manifestar sus ideas en una marcha.

Mientras que si alguien es eventualmente pueda ser acusado de fascista en las redes sociales o en un murmullo a sus espaldas, apenas si deberá lidiar con un mal momento, el ego herido y acaso el resquebrajamiento de algunas relaciones interpersonales. Es una sanción social, hasta moral, pero que no se materializa.

Aunque en ambos casos puede haber una estigmatización de por medio, no es comparable en términos de consecuencias el ser tildado de izquierdista que de derechista.

No hay un ataque a quienes buscan mantener o profundizar el statu quo.

En la otra orilla, quienes son tildados de caviares o rojos, son acusados de “politizar” “demandas sociales y conflictos”. ¡Como si politizar fuera un acto deleznable, o siquiera posible!

Donde sea que exista una relación de poder, desde el hogar hasta la escuela, el autobús o el trabajo, hay política. Evidenciarlo no es politizar un tema. Es apenas tener un adecuado análisis de la realidad.

Lo realmente deleznable es intentar despolitizar debates y demandas.

No se requiere tener una tendencia progresista o de izquierda para realizar un análisis político, pero es aquí donde el poder vigente ha triunfado al contagiar e institucionalizar la negación e invisibilización de lo político en lo cotidiano.

Ignorar deliberadamente las relaciones de poder en asuntos de infraestructura, alimentación, transporte o seguridad desde las élites ha generado en parte de la población un punto ciego sobre el trasfondo de sus problemas cotidianos.

Entonces, las soluciones terminan siendo responsabilidad de las personas:

                ¿Hay robo?                                No te expongas.

                ¿No te alcanza el dinero?          Trabaja más.

                ¿No te atiende el seguro?          Paga una clínica.

                ¿El transporte es malo?             Compra un auto o aguanta.

                ¿No hay educación bilingüe?    Aprende castellano.

                ¿Te violaron en tu hogar?          Debiste hablar antes.

                ¿Se cayó el puente?                   Toma otra ruta.

                ¿Cayó un techo sobre tu hijo?   Búscalo tú mismo.

 

La política no ha desaparecido, solo quieren impedir a la ciudadanía ejercerla.

Y no, no se trata solo de asumir un cargo de representación, elegir o ser elegido. Se trata de expresar las opiniones sin temor a ser estigmatizado, aislado, despedido o asesinado. Y que la opinión expresada en las calles o en las encuestas sea escuchada y haya consecuencias. Se trata de contar con una oposición que represente un real balance de poder y no que solo simulen o que sean objeto de cargamontón apenas levantan la cara.

Mientras a unos se les niega hacer política, los otros hacen política negando que la hacen; porque en su retórica, hacer política es malo, y ellos no son malos, los malos son los caviares.

Recordando, la "antipolítica" es definida como el rechazo de la política tradicional, los partidos políticos y las instituciones democráticas, a menudo argumentando que están corrompidos, burocratizados o alejados de los intereses ciudadanos, por lo que propone soluciones “apolíticas” como las enumeradas arriba. Entre las consecuencias hay una desmovilización ciudadana y ascenso de personajes que ofrecen soluciones aparentemente más rápidas o sencillas. Pero lo que estamos viviendo va un poco más allá.

Combinan un discurso de antipolítica con prácticas de persecución y represión.

Las consecuencias contra los supuestos rojos o caviares son tanto reales como aleccionadoras. Hacer política ya no solo es malo desde la retórica moral, sino que es malo porque te irá mal… Salvo que aportes al statu quo o no representes una amenaza, entonces podrás librarte de ataques.

No podríamos reclamarle a una persona asalariada o precarizada arriesgarse, pero tampoco emergen liderazgos desde los privilegios, la que en un inicio fue llamada izquierda caviar, aquellos progresistas de clases acomodadas, han preferido la comodidad del centro y el silencio. Tal vez sea un cálculo electoral. Veremos cómo resultan al final esas sumas y restas.

 

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