Van varias veces que la presidenta Dina Boluarte mantiene la sonrisa en momentos en que la población le grita y la interpela. Aunque de por sí esa actitud genera cierta disonancia, escapó totalmente de contexto al reír mientras era agredida por familiares de las personas asesinadas en las protestas sociales del 2022 en Ayacucho.
La alegría es
solo una de las razones por las que reímos y sonreímos. La risa convencional y
la risa nerviosa también son respuestas adaptativas en diversas situaciones
sociales. La risa convencional es aquella que usamos cuando el resto de personas espera dicha
respuesta de nuestra parte, como reír ante el chiste del comediante parado en frente
nuestro.
Para el caso de la presidenta, resulta más interesante explorar la risa nerviosa. Esta surge como una reacción defensiva que envía a nuestro cerebro
el mensaje de que aquello terrible que está sucediendo no lo es tanto.
Lamentablemente muchos comediantes al identificar esta reacción la utilizan
como parte de sus rutinas cómicas, incluyendo golpes, caídas y hasta insultos
para motivar esa risa. Una exposición constante a ese tipo de chistes, donde la
risa emerge de una combinación del convencionalismo y el nerviosismo y no de la
alegría, puede distorsionar nuestro sentido del humor e incluso afectar nuestra
capacidad de empatía e incrementar la tolerancia a la violencia. Tal vez sea
parte de lo que nos sucede como sociedad. Pero ese es otro tema de análisis.
Lo que nos atañe de la risa nerviosa es que también puede ser entrenada de
manera más o menos consciente. Por ejemplo, personas expuestas a situaciones de
estrés puede descubrir que el mantener la sonrisa no solo les permite
gestionarlo en ese momento, sino también pueden cambiar el comportamiento de su
interlocutor haciendo que éste disminuya su agresividad o se desconcierte.
Otras personas encuentran también en esta sonrisa una respuesta pasivo
agresiva, pues en determinados contextos resulta desafiante, pero como no
constituye un comportamiento violento en sí mismo, hace que el oponente pierda
el control. Lo que al final es un arma de doble filo porque puede iniciar una
escala violenta.
Muchos entrenamientos en respuesta a medios (media training) insisten en mantener la calma y la sonrisa cuando sea posible o responder siempre agradeciendo y con una
sonrisa. Un buen entrenador será enfático en que si se trata de una situación
de gravedad, en especial si se afectan la dignidad y vida de las personas, no
será pertinente emplear dicha técnica.
Es improbable que la sonrisa perpetua de la presidenta sea producto de un
buen entrenamiento. Considerando que al inicio de su actividad pública no lo hacía mucho, es posible que
haya recibido algún comentario amateur del tipo “sonría más”.
En cambio, parece haber encontrado una forma de expresarse que le genera
algún tipo de confort a si misma. Ello no sería un problema si no fuera porque
su comportamiento no está teniendo en cuenta el contexto social, es decir es
todo lo contrario a una sonrisa convencional porque no busca integrarse a un
colectivo, sino que termina distanciándose.
Una persona que expresa la emoción contraria a la esperada socialmente
resulta perturbadora, más aún cuando la situación implica alguna forma de agresión
intencional, como recibir insultos o un jalón de pelos. Esta actitud la asociamos
en el imaginario a la villanía y la insanía, como lo expresan personajes de la
cultura popular como el Guasón[1]
de los comics o el payaso de alguna película de terror. Esto es como se señaló por la disonancia entre una situación frente a la cual la respuesta esperada es de dolor, tristeza, miedo y/o cólera, pero no de alegría, expresando un distanciamiento del contexto.
Es importante recalcar que este distanciamiento es simbólico y
emocional, no se trata de una disociación. En otras palabras, no es que esté en
un “trance” o “vuelo” y se vea a sí misma jugando carnavales, es plenamente
consciente a nivel cognitivo de la situación en qué está, pero social y emocionalmente está en otra
frecuencia. Así alimenta un círculo en el que aísla la emotividad y suspende la capacidad de empatía.
No es posible determinar las causas por la mera observación. Tal vez solamente sea una mala elección de respuesta que podrá corregir intenticonalmente. Tal vez esté emergiendo una nueva sintomatología asociada al estrés o un(os) trastorno(s)
de personalidad. Lo cierto es que refleja más indicios de su falta de empatía, soberbia
y narcisismo, propios del trastorno más común entre dictadores y asesinos: la
sociopatía. En este punto, renunciar y someterse a la justicia además de beneficiar el país, sería lo mejor para su propia salud mental.
[1] En
especial la versión tradicional del cómic, no la del Joker de Joaquín Phoenix que en cambio explora la psicosis.
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