A pesar de ello, no puedo imaginar las dimensiones de todo
lo que tienes que gestionar ahora en tu cabeza y corazón, porque estas
circunstancias son inéditas, y te pido perdón por no haber hecho más en mi
época para evitar que llegáramos a este punto como país. Lo intenté con todas
mis fuerzas de ese momento, pero no fue suficiente. Te pido perdón, pero no es
mi culpa.
Como no es tu culpa que todo el esfuerzo por acoger a
compañeres de diversas regiones haya sido blanco de ataque y todas tus fuerzas
no bastaran para evitarlo. Ni tampoco tu culpa si eres quien vino con más
estudiantes a sensibilizar la capital y ahora te sientes en un predicamento.
No diré que es culpa del sistema, del gobierno, ni ningún
discurso que tú sabes perfectamente. No vengo a enseñar, vengo a compartir mi
vivencia para acompañarte como me hubiera gustado estar acompañada en los
noventas, y en el 2000.
Ahora posiblemente estés conociendo un lado que desconocías
de familiares, amistades, docentes, personas queridas, tal vez tu pareja o tu
interés romántico. Al dolor de lo sucedido en el país, a la sensación de
arrebato de tu derecho a la protesta y libertad de opinión, hoy se suma
decepcionarte de alguien, y seguro en este momento ya has discutido o te has
mordido la lengua frente a un/a compañere de lucha, quizás hasta por algo
irrelevante, pero que se vuelve gigante con la coyuntura.
Estuve en ese mismo lugar y la desesperanza y el temor que
pueden generar.
Está bien sentir miedo, rabia, repugnancia y expresarlo.
Date el permiso. Yo no me lo daba por el temor a perder legitimidad, en
especial desde mi ser mujer que siempre enfrentamos el cliché de irracionales
sentimentales.
Pero en el momento que dije basta y abandoné la reunión, sin
pensarlo generé el momento para bajar los ánimos y retomar la conversación de
manera dialogante, aceptar nuestras diferencias y seguir adelante.
El desgaste es enorme, y casi nadie ha seguido una carrera
política de quienes eran mis compas más cercanos en los noventas… pero todos
seguimos luchando desde otras canteras.
Con algunos la diferencia fue muy grande, con otros nos acompañamos
de lejos, a veces un retuit del que fue mi crush entonces es suficiente para
sentir que aunque no alcanzamos todo lo soñado, hicimos un pequeño gran cambio
y no estamos solos.
Habrán parientes y familiares que pasado el miedo a perderte
se reconciliarán contigo, otros con los que no querrás hablar de política nunca
más en tu vida, y si tienes la suerte de que al menos uno te apoye, como mi
abuela prestando su celular para la toma del local, abrázale.
Quisiera decirte que al final lograrás ver los cambios que
anhelas para tu país, pero no siempre es lo que nos va a tocar
generacionalmente, a lo mejor sí, este es tu turno, la generación correcta…
Pero tal vez te toque como a mí, mandarle una carta abierta en 20 años más a
otra generación.
Lo que sí te diré es que en este momento de confusión, no
olvides el real enemigo, por más adversarios ocasionales que encuentres entre
tus compañeros y amigos, el enemigo que hay que vencer no es una persona, es un
sistema, una forma de relacionarnos cruel, que ha adormecido a una mayoría que
cree en las mentiras mediáticas, y una minoría que encarna ese sistema porque
se beneficia del mismo.
Te acompaño a la distancia y en mi pensamiento, tomemos una
bocanada de aire juntos y gritemos una arenga una vez más.
¡El pueblo unido,
jamás será vencido!
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