A partir de la denuncia contra un dirigente izquierdista por
ejercer violencia contra su ex pareja han surgido varias reflexiones, en
especial porque personas que no eran del entorno cercano sabían(mos) más que de
actos de violencia de lo que podemos llamar “pendejada”, y que en el contexto
de la denuncia, se evidencia su combinación con una violencia psicológica, o
más bien ¿será la pendejada una forma de violencia psicológica?
Veamos primero qué entendemos por pendejada, aquí trataré de
delimitarlo: “Conducta o acción intencional de una persona en el marco de una
relación de pareja –formal o no formal- que busca la satisfacción propia e
individual de sus deseos y necesidades afectivas, emocionales y/o sexuales por
encima de los de la otra persona, desconociendo un posible trato de condiciones
de la relación, o evitando establecer un trato que defina claramente las
condiciones de la relación como abierta o cerrada.”
De esta aproximación conceptual surgen algunas
características: Puede ejercerse en relaciones heterosexuales y homosexuales,
en relaciones establecidas o en “no-relaciones”, y puede ser ejercido tanto por
varones como por mujeres. No es una pendejada el ejercicio de una relación
abierta si existe un acuerdo previo en igualdad de condiciones. Este último es
un elemento a resaltar, pues puede existir alguna asimetría de poder que haga
que el trato no haya sido determinado en igualdad de condiciones, y en ese caso
estamos ante la figura de la pendejada.
La asimetría de poder suele estar asociada a desigualdades
estructurales de clase, étnico-raciales y de género. Entonces, aunque la
pendejada puede ser ejercida por varones y mujeres, el machismo estructural
favorece un mayor ejercicio por parte de los varones, ya que en el caso de
ellos, es cultural y socialmente justificado y elogiado. La pendejada implica
necesariamente una intencionalidad, incluso si es bien realizada logra salir de
lo que conocemos normalmente como infidelidad.
Hay un alto componente machista y sexista en la pendejada,
pero aún es difícil responder categóricamente si es que siempre constituye una
forma de violencia. Es mejor señalar algunas pistas para que cada quien
aterrice sus propias conclusiones:
- 1. La pendejada se sustenta en que los deseos y necesidades afectivas, emocionales y/o sexuales de una de las personas tiene mayor importancia que las de la otra persona. El dar un menor valor a los afectos, emociones y pulsiones del otro, tiene en sí un componente de violencia psicológica.
- 2. La aceptación y alta valoración machista de la pendejada ejercida por varones, hace que el éxito en la ejecución de una pendejada sea compartida en espacios masculinos como logros o trofeos, en especial cuando la pareja no descubrió la pendejada. Esto es opuesto a lo que por lo general sucede entre mujeres, donde suele compartirse con complicidad y un poco de culpa, y temor a ser juzgada por las otras mujeres. En el caso de los varones este compartir de las pendejadas fortalece la cosificación de la mujer como objeto sexual, fundamentando el ejercicio de la violencia contra las mujeres en la sociedad, pues se la deshumaniza y a la legitimidad de sus emociones.
- 3. La persona, generalmente mujer, que detecta una pendejada en su contra buscará defenderse dejando en evidencia el acto de que es víctima, o ejerciendo venganza. Cualquiera de estas vías puede llevar rápidamente al ejercicio de violencia psicológica, verbal o física, e iniciar una escalada de violencia.
- 4. Los hombres que no comparten ni festejan pendejadas con otros, quedan expuestos a ser cuestionados por sus familiares, amigos, colegas varones respecto a su masculinidad, en especial por no ejercer el poder e incluso ser llamados “saco largo”.
En síntesis, la pendejada es tanto una expresión del
machismo como una práctica que lo fortalece, así como a los fundamentos de la
violencia contra la mujer.
Todo hombre que se considera feminista y/o en contra de la
violencia hacia la mujer, debiera reflexionar sobre las pendejadas que ha
podido cometer.
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