
No hay una respuesta certera, pero sí varias sospechas que se expondrán.
Las actitudes (positivas o negativas) implican emociones, pero los
análisis que suelen hacerse alrededor del prejuicio y la discriminación no
siempre consideran este factor. El racismo es una ideología que sustenta que
algunas personas son mejores y otras peores por el color de su piel. Es
evidente que una argumentación que hoy es fácilmente rebatible no logra
mantenerse por el razonamiento, sino por el sentimiento.
El miedo suele ser una constante para explicar ciertas actitudes, el
temor a lo desconocido y el terror a perder el poder. Este último miedo tiene
en Perú un origen colonial, cuando los españoles sabiéndose minoría temían una
arremetida indígena, o peor, que se unieran a los africanos esclavizados.
Durante siglos se disfrazó el miedo con desprecio, asco y hasta con
una caritativa compasión. Ello cumplió una doble función, por un lado
empoderaba a españoles (e hijos) al situarlos en una superioridad desde la cual
dominaban incluso por el “bien del otro” y también convencía a indígenas y
afrodescendientes de su propia inferioridad, reafirmando la relación de poder
asimétrica que hizo posible la colonia peruana. Tan posible que las principales
rebeliones provinieron de quienes tenían un lugar intermedio en la sociedad:
caciques y criollos que eran capaces de entender la injusticia de la asimetría
y buscaban consolidar un poder para sí mismos, pero manteniendo la mirada al
“otro” indígena y afroperuano como subalterno, posiblemente con una emoción de
compasión caritativa y hasta solidaria, pero no horizontal.
En cualquier proceso terapéutico es más sencillo comprender el
problema a nivel cognitivo que lograr cambios en los afectos y emociones, sea
cual fuere la corriente psicológica que se acoja. Lo mismo estaría sucediendo
en este caso, en combinación con otros factores como la informalidad, la
oralidad, las prácticas oligarcas y de corrupción, y un largo etcétera
estructural.
Es muy probable que a las emociones con que se disfrazó el temor, se
hayan ido sumando otras, como también es altamente probable que el temor, en
especial a perder el poder aun persista en muchos. Mientras que en la acera del
frente parece prevalecer el temor a tomar el poder y a perder lo poco que
tienen.
Volviendo a la pregunta inicial, ¿qué emociones operan para que
inexorablemente pasen desapercibidas las noticias, victorias y tragedias de los
pueblos indígenas y afrodescendientes? Dicho de otra forma, ¿por qué el “otro”
indígena y afroperuano está emocionalmente más lejano que el “otro” concursante
extranjero de reality o el “otro” cantante estadounidense?, ¿por qué la selva
queda más lejos que Europa?, ¿por qué sigue siendo “otro” y no “nosotros”?
A la teoría del miedo que ya se ha descrito, se agregará una segunda
hipótesis relacionada a las teorías de construcción de identidad. El concepto
de identidad ha sido empleado preferentemente por la psicología social, a
diferencia de los clínicos que prefieren emplear los conceptos de personalidad,
autoconcepto, autopercepción y autoestima. La identidad se encuentra en un
punto de interacción entre la persona y su medio social, y ciertamente se
relaciona con los otros conceptos mencionados anteriormente. En una perspectiva
de desarrollo humano, los cimientos de la identidad se forman en la primera
infancia, se redefinen en la adolescencia, y están propensos a un dinamismo
permanente durante la adultez.
En la etapa de formación de la identidad, son sustanciales los
referentes en el entorno, los cuales pueden ser asumidos como parte de la
identidad, o formarse la identidad en contradicción con el entorno. Entendamos
como entorno, todo aquello a lo que tiene acceso el niño o adolescente, no solo
su familia, comunidad o escuela, sino lo que le es presentado a través de
medios como los libros, la televisión, la radio, el internet, etc. Por ello es
que los protagonistas de un programa extranjero o un reality forman parte de
algo con lo que se pueden identificar positivamente. De otro lado lo andino,
amazónico y lo afrodescendiente suele estar en el entorno, pero al ser
calificado negativamente se forma la identidad en negación a estos sujetos, y
ciertamente, esto ocurre en las mismas personas andinas, amazónicas y
afroperuana.
Este es un elemento que ayudaría a explicar el distanciamiento
emocional, en nuestra identidad no incorporamos como nuestro la herencia
indígena y afrodescendiente, aunque sí la europea, la estadounidense y la
“criolla”. Por eso el Perú sigue siendo Lima, pero no la Lima diversa, la Lima
auténtica, sino la Lima soñada desde la colonia, siempre temerosa de perder el
poder ejercido sobre esos “otros” que son nuestros hermanos negados.
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