Indulto Intrascendente



La anécdota vuelta historia, cuenta que Galileo tras retractarse para salvar la vida, afirmó “pero se mueve”. Cierto o no, el hecho es que sin un relato de reafirmación en su tesis no habría trascendido a la historia como lo hizo. La defensa de una postura, aún al enfrentar a la muerte es una característica de hombres y mujeres que han trascendido. No hay casos que la historia registre como grandes hombres y mujeres que suplicaron por compasión después  de ser condenados por sus malas obras; los tiranos mueren en batalla, en el exilio o por sus propias manos. No mueren tomando chocolate y jugando con los nietos, defendidos por un hijo congresista y una hija que perdió las elecciones.

Alberto Fujimori ha renunciado a la trascendencia con el pedido de indulto. Ha renunciado a su última posibilidad de que la historia le sea benevolente, y ha aceptado que es un ladrón, un asesino, un corrupto y un villano cobarde de caricatura dominical.

¿Qué puede valer la pena tan elevado costo? La continuidad del proyecto político, sin duda. Fujimori y su círculo cercano saben que es culpable, la historia no lo va a reivindicar ni hacer trascender, su única opción es formar una corriente que lo defienda y a su régimen como los neonazis defienden a Hitler, salvando las distancias.

El giro a la derecha de Humala ha dejado descolgado al fujimorismo en su rol opositor, al quedar invalidado aquello de lo que le acusaban en campaña, así, el fujimorismo sigue siendo incapaz de generar una identidad propia desvinculada de su líder. A diferencia de otros partidos, el fujimorismo nace en la praxis y no en la ideología, una de las consecuencias de ello es que defender el gobierno de Fujimori es defender a Fujimori y al partido, pero también defender a Fujimori es defender su gobierno  al partido. Esto  hace casi imposible a los simpatizantes fujimoristas entender que la condena es por delitos cometidos durante el ejercicio del poder y no por su estilo de gobierno, o peor, algunos asumen los delitos como parte de dicho estilo, sea como excesos o como algo necesario y decisivo para su éxito.

Indultar a Fujimori es indultar a su gobierno, así lo entienden sus simpatizantes, y es lo que está instrumentalizando la cúpula fujimorista en un intento de fortalecer el partido tras su derrota electoral e ineptitud para constituirse en oposición. El fujimorismo es incapaz de colocarse en el escenario político  sin referirse a Alberto Fujimori, Keiko fracasó en ese intento durante la campaña de la segunda vuelta. Las últimas elecciones demostraron que su principal capital político (reflejado en el inamovible 20%), es también su principal obstáculo (no alcanzó el 50%).

Alberto Fujimori no pide perdón para él. Sus hijos y la cúpula fujimorista piden olvido apelando a la compasión bajo la figura del indulto humanitario.

Alberto Fujimori no está muriendo, un hombre al final de sus días piensa en la trascendencia y el indulto no se lo va a dar.

Alberto Fujimori, sus hijos y el fujimorismo buscan incrementar el número de simpatizantes para acceder nuevamente al poder.

El rechazo institucional y legal al indulto es insuficiente por tanto. Lo importante del indulto para el fujimorismo es el proceso antes que el resultado. Al lograr que más personas estén de acuerdo con el indulto, logra el indulto social a su gobierno y a su partido, y con ello, tal vez la próxima vez que tienten el poder, logren superar el 50% que es el real objetivo. La campaña contra el indulto por tanto, debe involucrar a la mayor diversidad de voces y no limitarse al debate técnico o en torno a uno de los delitos cometidos, sino que debe denunciar el conjunto del gobierno que es el debate de fondo.

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