De Guatemala a guate-Perú


El 17 de abril los deudos, familiares de víctimas del conflicto armado interno marcharon una vez más reclamando sus derechos ¡Cómo es que un país que tiene un Informe de la CVR, un Acuerdo Nacional, una Comisión Multisectorial de Alto Nivel, un Registro único de Víctimas y Planes Nacionales sectoriales que incorporan las recomendaciones de la CVR (PNDHH, PEN y PNSM) y un estrenado Viceministerio de Derechos Humanos tiene desatendidos a dos casos emblemáticos del terrorismo de SL y el Estado como Luccanamarca y Putis?

Más aún, no se refleja una intención, una verdadera voluntad política de combatir los factores que produjeron la violencia, mucho menos para apaliar sus consecuencias.

Quizá la CVR no fue lo suficientemente enfática cuando dijo que el 75% de víctimas tenía por lengua materna, una lengua originaria. Quizá la influencia leninista y mariateguista en la izquierda nos hizo perder de vista (indígenas incluidos) el factor étnico y de identidad  por el énfasis excesivo en lo económico y clasista. O tal vez, simplemente Mamá Angélica no es Rigoberta Menchú.

Guatemala se tomó en serio los resultados de su comisión de la verdad como políticas concretas. No es que hayan res un respaldo unánime de los guatemaltecos al informe, tampoco es que se hayan superado las brechas que afectan a la población indígena, mucho menos que dicho país esté libre de conflictos. Sucedes simplemente que los sucesos de violencia que les llevaron a la firma de los Acuerdos de Paz, trascendieron dicho documento en políticas públicas específicas presupuestadas, llegando incluso a calcular el costo de la discriminación. Les invito a pasearse por las páginas oficiales del gobierno guatemalteco, en especial de educación bililngüe intercultural.

Pero en nuestro Guate-Perú, nos hemos sentado sobre la mayor tragedia de los últimos tiempos, y seguimos adelante sin el menor respeto por nuestros hermanos asesinados… Luego, nos preguntamos que pasa en el VRAE como una cosa ajena que no se sabe de dónde surgió, al tiempo que se mantiene la distancia emocional de lo que allí ocurre, menospreciando peligrosamente aquellos procesos.

Pero si sacamos bien la cuenta desde las guerrillas, esa zona lleva en permanente conflicto cincuenta años: hablamos de al menos dos generaciones que lo ven como parte natural de su vida, es natural la violencia, pero también la exclusión y ausencia de estado, las políticas actuales dicen priorizar dicha zona, sin embargo aún no se logra llegar. Quienes sí llegan, llevan un discurso político de violencia, chato, trasnochado, como quiera llamársele, pero discurso al fin, enclavado en una realidad que solo ha cambiado en las últimas décadas con la inserción de la producción vinculada al narcotráfico como única salida económica viable, incluso a pesar del riesgo. Mientras, el Estado Peruano asume la responsabilidad del consumo de cocaína estadounidense haciéndole caso a Washington DC, en vez de que dicho país cuide el consumo de sus ciudadanos, y entonces, bajando la rentabilidad del narco-negocio, vamos ofreciendo otras alternativas a nuestros ciudadanos, y a ver si no seguimos perdiendo más generaciones condenadas a la violencia estructural,  la violencia de represión al narcotráfico y la violencia del propio narcotráfico y sus sicarios ideologizados (por no decir narco-terrorismo).


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