El Calidoscopio Lila


"A ver, a ver a ver,
quién lleva la batuta
el pueblo organizado
o ese chino hijo de puta"

-- Viejo adagio, lema o consigna popular

Muchas de las frases y palabras empleadas para acentuar la contundencia de una expresión tienen una fuerte carga sexista y machista. Por ello, pese al comunicado en tono de broma firmado supuestamente por las “putas” señalando no ser madres de ningún político, las consignas que desacreditan a autócratas de toda índole como hijos de puta, siguen siendo coreadas en las calles.

¿Es preciso erradicar estas expresiones como parte de la lucha por la equidad de género? Definitivamente lo es, en este y todos los espacios posibles. ¿Es un momento histórico como la sentencia a un genocida el espacio para ello? Para alguno sí, para otros probablemente no. ¿Es gritando en un grupo minúsculo consignas alternativas que generan desunión en una marcha que pretende ser pluralista y unificadora la manera de hacerlo? Parece que no.

¿Por qué?

Primero, como se lee de la propia formulación de la pregunta, existen momentos en que las voces deben sonar al unísono, no se trata de estar de acuerdo con cada una de las palabras o con la semántica de la consigna. Se trata de estar de acuerdo con el momento, con el “gran fin” que se persigue. Es posible mostrar el disenso con una consigna simplemente no gritándola, no es necesario generar una pequeña batalla de voces. Quienes han estado en las jornadas de los años noventa contra Fujimori, conocen bien que este tipo de micro-batallas tan solo debilita y no aportan a la lucha.

Segundo, las expresiones sexistas y machistas son precisamente tales, expresiones. Ni más, ni menos. Si bien su origen, y por tanto su carga es sexista, el contexto en que son dichas al calor de una movilización es otra. El contexto es el de una lucha de diecisiete años de ser coreadas entre bombas lacrimógenas, rochabuses y palazos represivos en el peor momento del fuji-montesinismo, cuando este aparato imperaba, encarcelando, secuestrando, torturando, asesinando y desapareciendo a sus opositores. La carga principal, es entonces emotiva, reivindicativa, histórica. Nadie piensa que la madre de Fujimori tiene alguna responsabilidad en el tema, o si se dedicaba o no al trabajo sexual. Es tan solo una retroalimentación de energía, de ánimos, de dejar en claro que nadie podrá acallar la lucha popular. Entonces, si un grupo supuestamente aliado intenta silenciar estos gritos, no es el mejor momento para hacerlo, aunque los motivos sean totalmente legítimos e incluso necesarios.

En la misma línea, si son expresiones, significa que el contexto de la supremacía machista y sexista es anterior y superior a un par de consignas. El cambio no se da –y de eso las feministas son concientes- en un instante de batalla. El cambio es progresivo y parte de la reflexión autocrítica, imposible de darse mientras lo que se espera es la dación de una sentencia histórica para el país y el mundo.

Tercero, y quizá más importante. El feminismo peruano aún no salda su deuda con las mujeres (y varones) víctimas de la violencia interna. El movimiento feminista no solo estuvo de espaldas al dolor de las mujeres –y varones- de las zonas golpeadas por la violencia, sino que celebró y parte de él celebra hasta el día de hoy al fujimorato. Se hincaron de rodillas ante la Cuculiza y el PROMUDEH, ¡como si este hubiera sido creado para a reivindicar los derechos de las mujeres! Aplaudieron desde su mirada urbana las políticas anticonceptivas sin advertir que por las metas trazadas lo que se estaba gestando era la esterilización forzada de cientos de mujeres cuyos contextos económicos y culturales valoran un mayor número de hijos. Analizan y enarbolan como un logro que durante el fujimorismo haya habido un mayor número de parlamentarias mujeres, ¡como si se pudiera sentir orgullo de las Marthas, las Lozada, las Salgado y demás que no dudaban en acusar de auto-tortura a la Barreto!

Señoras – y señores- durante el fujimorato no hubo una mayor participación política de la mujer. Lo que hubo fue una utilización política de la mujer a partir de estereotipos sexistas y machistas. En las movilizaciones se colocaba a la policía femenina para acusar a los manifestantes de cobardes si llegaban a golpear a una mujer, que en realidad era en ese momento un agente represor. Las congresistas escuderas de Fujimori respondían al mismo patrón que la policía femenina, acusar de cobarde a la oposición y tentar a algunos de sus representantes a caer en insultos sexistas como Olivera preguntando a Chávez por su ciclo menstrual. El PROMUDEH pasó a chantajear los comedores dándoles apoyo en víveres a cambio de su adhesión y movilización en las campañas. Las esterilizaciones se practicaron en determinadas zonas llamadas rojas con un claro afán racista y genocida de eliminar esas poblaciones y violentando el derecho de libertad sexual que tiene toda mujer a decidir. El fujimorismo en una apariencia de reivindicación de la mujer, solo reforzó el papel reproductor, cuidador, vulnerable, pero subyugado siempre a un varón, a Alberto Fujimori, hasta hoy. Tal parece que durante esos años el feminismo peruano hubiera estado observando a través de un conveniente calidoscopio lila que solo les permitía ver aquello que de alguna forma se vinculaba con sus metas pre-construidas.

No se niega el derecho y sobre todo el deber del feminismo peruano de saldar esta deuda. Es loable, legítimo y pertinente que se aúnan a la lucha, nunca es tarde ni porque ahora las cosas están relativamente tranquilas y hay financiamiento de por medio. No hay el mínimo cuestionamiento a su participación. Su apon es fundamental por la visión que pueden aportar, y como siempre, mientras más, mejor. Sin embargo, este pasivo con el que deben cargar no desaparece por hacer un par de proyectos en comunidades andinas de donde finalmente son expulsadas por no respetar la cultura del lugar. Tampoco desaparece enviando a las marchas piquetes que se colocan al frente pretendiendo un protagonismo que corresponde a los familiares de las víctimas que han impulsado e inspirado esta lucha de casi veinte años.

Bienvenidas sean a la lucha, queda una larga jornada para defender la sentencia y para juzgar a otros – y otras- culpables. Se necesita que el feminismo peruano se libere de ese pasivo con un apoyo firme pero humilde, sin protagonismos ni liderazgos apresurados o irrespetuosos. Urge un feminismo que no tiemble si debe enfrentarse y anular a una candidata mujer a la presidencia. Es preciso un feminismo que antes de salir a condenar un insulto sexista, ponga los puntos sobre las íes si quien lo recibe ha hecho más daño a las mujeres de lo que puede hacer una pequeña palabra de cuatro letras en un contexto que no busca atacar a las mujeres, sino defenderlas.


Nota: A mis amigas – y amigos feministas- espero no se resientan y más bien estimulen el debate en sus círculos, a ver si al fin el Perú tiene un movimiento feminista a la altura de las circunstancias. Por mi parte, aún no puedo identificarme con este movimiento y seguiré luchando por la equidad en la forma que la entiendo y buscando integrar enfoques de género e interculturalidad camino que también ha emprendido el colectivo del que formo parte, el GIM PERU.

Comentarios