Apremio para maternar

Desde temprana edad las mujeres somos socializadas para la maternidad. Los juguetes, los juegos en la infancia, las adivinanzas en la adolescencia para conocer el número de hijos mirando la mano o con diversas supersticiones son parte de ello. Este mandato, viene ligado a estándares para ejercer la maternidad, que se relacionan a la dedicación exclusiva al rol, planteando inclusive dicotomías entre “ser madre y ser mujer” como si fuera incompatible ser madre y ejercer la sexualidad placenteramente. Dichos estándares son funcionales al sistema patriarcal de subordinación de la mujer, que permite, normaliza e incluso promueve desigualdades y violencias.

“La mujer solo está realizada cuando es madre”, “lo entenderás cuando seas madre”, “no se te vaya a pasar el tiempo, el tren”, son mensajes, mejor dicho, mandatos, transmitidos incluso por otras mujeres. Ni qué decir de la romantización de la maternidad que elimina de los relatos los momentos de angustia, confusión y rechazo al rol que vivencian las mamás.

La presión es muy fuerte, y claro, la presión es para ser madre preferentemente siguiendo el orden de primero encontrar una pareja adecuada según los estándares culturales y luego casarse.  Pero si no es posible, incluso pueden ser aceptables otras formas como “anda de fiesta y te embarazas”, “no le digas a tu saliente y embarázate”, “si no tienes tiempo, tus padres lo pueden criar por ti”, “congela tu óvulo”, “¿no tendrás un problema [reproductivo]?”, “ya cambiarás de opinión”, “ojalá no te arrepientas”, “¿quién te cuidará en la vejez?”, “los hijos son la base del matrimonio”, “si no le das un hijo te dejará”[1].

          Del otro lado, están quienes deseando la maternidad, diversas circunstancias biológicas, laborales o románticas no lo permiten. Existen diversos niveles de frustración y respuesta a esta imposibilidad de alcanzar un sueño, que pueden ir desde las más resilientes hasta las más patológicas.

Se ha hablado estos días de la “pseudociesis” o embarazo imaginario, psicológico o fantasma, también llamado anteriormente “embarazo histérico”. Este último término es particularmente revelador, pues usa la denominación de “histeria” que etimológicamente significa “útero” para describir como enfermizas y desproporcionadas las reacciones emocionales de las mujeres, y que son enfermizas precisamente por provenir de las mujeres. Nótese la misoginia y el machismo en la acuñación del término, que literalmente no tenía sentido, y que por ello fue dejado de lado con el avance de las ciencias psicológicas y los estudios de género.

La principal característica de este trastorno es ser somático, es decir el cuerpo reacciona como si estuviera gestando, incluso en mujeres con histerectomía. Entre las causas, destacaremos algunas sociales y culturales como: historia de infertilidad, tener una pareja abusiva y una cultura que le da gran valor a la maternidad (Alonso, 2019).  Esta última característica se enlaza al mandato patriarcal de la maternidad, por lo que esta patología se explica en culturas con una mayor presión a las mujeres para ejercer su maternidad como único destino posible.

Pero también hay otras respuestas disruptivas de mujeres en su desesperación por cumplir con los estándares de la maternidad y del amor romántico.

#Disclaimer No se asevera que las mujeres manipuladoramente opriman a los hombres engatusándolos para casarse y maternar. Por el contrario, señalamos que muchas mujeres no se detienen a pensar lo que realmente desean, y bajo la presión social de los mandatos de maternidad y matrimonio pueden llegar a tener conductas disruptivas, incluso durante crisis y dolencias psicológicas como depresiones, duelos, ansiedad, obsesiones, compulsiones, etc. donde su auto-imagen y auto estima quedan supeditadas a alcanzar estos estándares patriarcales. No son la mayoría, no hay estadísticas, existen casos, y lamentablemente son usados para atacar a las mujeres y a las luchas por la igualdad entre géneros.

Existen muchas dolencias, trastornos, patologías vinculadas al bienestar psicológico o salud mental, y muy pocas de ellas suponen una disociación de la realidad, que es a lo que coloquialmente denominamos “locura”. La mayor parte de las veces se es consciente de la realidad, pero no se es capaz de responder a lo abrumadora que esta puede ser.

El “loco”, disociado de la realidad vive en su fantasía, mientras que la mentira patológica o mitomanía sabe cuál es la verdad, pero al sostenerse en el tiempo, puede caer en el auto engaño donde se integra a la vida esa mentira como cierta y se hace más fácil seguir manteniéndola. En estos casos, es probable algún trastorno de la personalidad, e incluso sociopatías, que también se asocian a la crianza y al ambiente, además de otros factores y predisposiciones biológicas.

Estadísticamente hay más sociópatas hombres que mujeres, pero además la forma como se manifiesta este trastorno es mediada culturalmente de acuerdo a los roles asignados, por ejemplo:

  •         Un hombre sociópata frente a una ruptura que no acepta, matará a su ex pareja e incluso a sus hijos.
  •         Una mujer sociópata frente a una ruptura que no acepta, montará un engaño y manipulación para mantener la relación.

El hombre tiene un mandato de mostrar su fuerza, poder y liderazgo, mientras que el mandato de la mujer es encontrar una pareja, procrear y criar. Estos mandatos se transmiten en las familias y a través de productos culturales como telenovelas, canciones, etc. pero además es naturalizado y reforzado socialmente.

A este sistema que además valora más el rol y mandato masculino que el femenino, las ciencias sociales y estudio de género han llamado “patriarcado”. Tanto personas sanas como con problemas emplearán todos los recursos disponibles para cumplir estos mandatos. Un engaño para mantener una relación es una forma de buscar cumplir el mandato de género patriarcal, una forma que ocurre en alguien con un problema o trastorno.

La escasez de conciencia de los problemas psicológicos, y en especial su estigmatización, ocasionan que las familias nieguen su existencia y eviten un diagnósti
co y tratamiento, agravando la salud de sus dependientes.

Es necesario apuntalar la implementación de políticas de salud mental, con un enfoque intercultural que responda a nuestra diversidad, pero también con una clara mirada de género, pues los mandatos de género hacia hombres y hacia mujeres, como a la diversidad sexual, producen diferentes respuestas adaptativas y disruptivas al entorno, pues incluso las problemáticas que enfrentamos son diferentes en función a lo que la cultura nos exige, siendo claramente la maternidad un mandato que puede llevar al límite a las mujeres en su aspiración por cumplirlo.

 



[1] Aquí cito algunas de las frases que me han parecido más alucinantes e incluso repulsivas de las muchas que me han dicho o aconsejado, tan solo porque la maternidad no me es atractiva.

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