Dinosaurios en la educación

¿Qué porcentaje de los tomadores de decisión (congresistas, funcionarios, directivos de diferentes sectores y niveles de gobierno) se han formado y/o tienen familiares en instituciones educativas públicas, básica o superior?, ¿la mitad tal vez?, ¿menos de la mitad?

Digamos que la mitad, de esa mitad, ¿cuántos tienen un recuerdo vigente o realista? Por ejemplo, pudo haber estudiado cuando había instrucción pre militar y tener un recuerdo positivo y romantizado de esa experiencia, o haber perdido numerosas clases por las huelgas en 80s y 90s y tener una percepción negativa de los sindicatos, incluso cuando la última gran huelga docente pasó hace más de una década, que en tiempos educativos es hacer dos carreras universitarias o toda la escolaridad.

Este sesgo les lleva a demandar a la educación aspectos como incluir temas que consideran importantes desde sus diversas ideologías. Parecen creer que hay un único libro que maestras y maestros repiten a nivel nacional, y que si introducen ideas en ese libro lograrán adoctrinar en su pensamiento a todo el país.

Pero estos sesgos no solamente existen fuera del sector educación. En el mismo ministerio existen funcionarios que hace décadas no pisan una escuela pública y que jamás han pisado una escuela rural, ni se actualizan revisando nuevos estudios sobre la temática incluso si provienen de escuelas o universidades públicas.

Lamentablemente existen supuestos "expertos" en educación que siguen creyendo que lo único trascendental es analizar el currículo o sus "contenidos", cayendo en el mismo sesgo de quienes se aproximan solo intuitivamente a la educación. Es parecida a la fantasía económica del "chorreo", que si se hacen grandes políticas, les llegará a todas las personas en una avalancha de saberes. 

Están quienes consideran secundarios aspectos como el cierre de brechas, la educación en ámbito rural, comunitario, para pueblos indígenas, infancias con discapacidades, la temática ambiental, la educación sexual y de la mujer. Conocen las brechas, pero las minimizan, por ideología o comodidad. Más aún, niegan con cierta autosuficiencia y soberbia la necesidad de educar desde posturas críticas y laicas en la no violencia, el antirracismo y el pensamiento político. Y cómo olvidar a quienes se niegan a atender al pueblo afroperuano, las infancias trabajadoras y a la comunidad LGTBIQ, llegando incluso a poner en duda su mera existencia, o alegan que son tarea de otros sectores.

Afortunadamente no son la mayoría, pero suelen merodear y eventualmente alcanzar puestos de poder, desde donde generan retrocesos y estancamientos como los que hoy se está viviendo, con un Congreso ideologizado con pensamientos conservadores y autoritarios y un Ejecutivo incapaz de dictar una línea para la política educativa a pesar de contar con un Proyecto Educativo Nacional al 2030.

Hay la necesidad de hacer pedagogía sobre la pedagogía, aunque suene redundante. En ello, el mayor reto es la poca disposición de los demás actores en aprender, dado que están en juego algunas vanidades, conveniencias, y muchos intereses particulares, financieros y de poder.



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