Retornos Inseguros

Pasar los recreos en soledad puede marcar la vida de una persona. En esos momentos, y mientras la capacidad cognitiva va creciendo, las preguntas sobre qué está mal en uno mismo lejos de ofrecer una solución, dañan la autoestima, la autoconfianza y las habilidades sociales. La interacción social se vuelve fuente de ansiedad, y ese aprendizaje se queda, aunque luego se aprendan otras formas de interactuar con uno mismo y los demás.

Este año, miles de escolares con el corazón roto volverán a encontrarse a clases. Muchos y muchas han tenido su primer encuentro con la muerte, el familiar de un amigo, una vecina, o alguien cercano. Quienes permanecieron a salvo de pérdidas mortales perdieron dos años de juegos, de interacción, de estar con sus pares. Pero es especialmente difícil para quienes tienen al enemigo en casa, quienes han padecido y padecen violencia familiar, y para quienes descubren una sexualidad diferente a la hegemónica y no saben qué hacer con sus emociones, y lo que están descubriendo de sí mismos.

Imposibilitados/as/es de hacer un unipersonal relatando su salida del closet y recaudar fondos, las adolescencias LGTBIQ+ la tendrán especialmente difícil en este retorno a la presencialidad y semipresencial dad.

Nunca la tuvieron fácil. Incluso si llegan a evadir la violencia escolar basada en género,[1] el explorar o comunicar sus primeros enamoramientos implica un mayor riesgo, estrés, autocuestionamiento y censura de lo que significa para sus pares heterosexuales cisgénero[2].

Quienes logran evadir la violencia, por lo general es porque su expresión de género es más parecida a la heteronormativa, o practican de manera consciente la autocensura. Las violencias en cambio recaerán incluso en adolescentes heterosexuales y cisgénero pero que son percibidos/as como diferentes, “delicados” o “machonas”, con aficiones artísticas o deportivas que no son las asignadas a su género.

Tiene que ver más con la percepción y la condena a lo diferente, con el ejercicio del poder, con distanciarse de lo que la sociedad, los medios de comunicación, las familias y docentes presentan a las y los estudiantes como condenable. Como toda violencia, puede expresarse en escalada, iniciar con burlas o indirectas en presencialidad o virtualidad, continuar con manoseos o agrediendo a las pertenencias de la persona, y llegar a agresiones físicas y sexuales.

Recordar algunos mínimos son indispensables, en especial desde los roles de cuidadores y educadores. Indistintamente de nuestras creencias o formas de pensar, todas las personas tienen derecho a la educación y a la integridad física, psicológica y sexual. Todas las personas incluyen a quienes sean diferentes o hayan cometido un error. Por otro lado, si validamos que está bien, o no hay consecuencias por maltratar o violentar a algunas personas, el mensaje puede ser confuso, y estaremos ayudando a formar a una persona poco empática y con una idea errónea de lo bueno y lo malo, de la moralidad.

La tarea como adultos (responsables) es garantizar ambientes libres de violencia para que los aprendizajes fluyan, tanto los aprendizajes cognitivos y de materia, como los aprendizajes de ciudadanía, de respeto mutuo y habilidades para la vida. Además, procuremos proporcionar una escucha libre de juicios y prejuicios que ayude a quienes están tratando de entender su identidad y su sexualidad. No es tarea fácil, implicará para muchas personas poner entre paréntesis ideas, temores y mandatos sociales. Pero la tarea de formar personas nunca es fácil, y precisamente implica pensar en cómo serán las relaciones y la vida en el futuro, y no reproducir cómo fueron en nuestro pasado.

 

 



[1] No uso el término de “buylling homofóbico” porque se restringe a una forma de violencia que es el buylling, siendo que quienes son percibidos con una orientación o identidad diferentes a las hegemónicas son víctimas de diversas violencias psicológicas, físicas y/o sexuales por parte de sus pares como del personal de las IIEE y de las madres y padres de familia, lo que excede largamente lo que se define como buylling.

[2] Heterosexual se refiere a la atracción por el sexo opuesto, y cisgénero a la identificación con el mismo sexo asignado al nacer.

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