No ha sido solo la pandemia la que ha frustrado estas expectativas, sino también una crisis política permanente desde hace al menos cinco años, la desatención a problemas estructurales que explotaron con la pandemia, y lo que llamaré "adobadas" fundamentalistas a contracorriente de pequeñas y endebles conquistas para el bienestar de las personas.
Organizaré el balance desde la definición de los seres humanos que me gusta, como seres bio psico social, espiritual e histórico.
Lo biológico
es evidente con la pandemia que los cuerpos que habitamos reclaman
mayor atención y cuidado. Sin embargo, emergen nuevas amenazas producto del
sedentarismo del teletrabajo, el constante cierre de playas, piscinas, las
limitaciones en uso de gimnasios, espacios públicos y la saturación de
hospitales por casos-covid.
A
inicios de la cuarentena el mundo veía ilusionado un renacer de la naturaleza,
especies recuperando sus hábitats y aguas menos contaminadas. Pero solamente fue
ilusión. La cantidad de mascarillas, y en Perú de protectores faciales (sic),
está contaminando más que la prepandemia. Ni que decir de los pediluvios
que con el cloro en el ambiente terminan también contaminando. Enhorabuena el MINSA
los retiró de los protocolos, pero hay personas que siguen usando los faciales
y pediluvios.
Este
año también tuvimos la oportunidad de ser más conscientes del tráfico de
animales con la historia del zorrito andino Run Run. De hecho, el COVID
es consecuencia de una zoonosis, producto a su vez del tráfico de especies…
Pero más allá de un nuevo mercandising con la figura del zorro, no hemos aprendido
mucho sobre el cuidado de los otros seres vivos con quienes compartimos este
planeta.
Se viene
una pandemia en la salud psicológica o emocional o mental, o como la
quieran llamar. Ya el MINSA alertó un incremento de los intentos suicidas,
que son la expresión más extrema del dolor, vuelto insoportable. Todos
conocemos a una persona fallecida por COVID, y solo algunos han podido
despedirnos de esa persona con los antiguos rituales: velorio, entierro y misas
con todos los allegados. Eso produce dificulta la elaboración del duelo,
que se puede expresar en tristeza o en ira, derivar en depresión, en ansiedad,
en agresividad, en conductas autodestructivas, en adicciones diversas.
La violencia
de género hacia las mujeres y personas LGTBIQ+ no ha cesado, y no
aprendimos de la cuarentena que estas suelen producirse también en los hogares,
y las estrategias de prevención poco han evolucionado para reforzar ese
mensaje. Sin contar con que las autoridades legislativas y del ejecutivo también
han ejercido violencia psicológica y acoso sexual, politizándose las críticas,
en vez de sancionar imparcialmente y aprovechar pedagógicamente los casos.
Lo social
lo asociaremos a la acción colectiva. Una vez más el proceso electoral
mostró que seguimos siendo una sociedad racista, colonizada y misógina.
Pero que, además, veinte años después, la batalla por la memoria de nuestro
conflicto armado interno persiste, y que las memorias en blanco y negro, o
en blanco y rojo, donde lo que no es blanco es rojo-terruco pugnan por ser hegemónicas.
También cobran por primera vez cierta organicidad las corrientes totalitarias y
un discurso abiertamente racista, ya no solo de facto, sino con banderolas y
grupos en redes sociales de internet. También hay una mayor organización
conspiracionista antivacunas, y persisten los anti derechos de mujeres
y LGTBIQ+. Antes eran principalmente los pro derechos y defensas de oprimidos
quienes se organizaban, ahora ello se ha ido diluyendo y peligra el recambio
generacional.
A los
medios de comunicación se les vio en todo su esplendor lobista, algunos han
girado a las plataformas virtuales, pero muchos otros ciudadanos prefieren el
proselitismo mediático que da fuerza a estas organizaciones emergentes.
La espiritualidad
no es religión. La religión es como los humanos organizan algunos sistemas
de creencias, y como toda organización humana es corrompible. Este año se ha
sabido que la asociación católica de sodálites, acusados de violencia
sexual y psicológica, tenían dinero en paraísos fiscales para evitar la
reparación económica a las víctimas. También se ha mal utilizado la fe
de las personas para guiarlas hacia proyectos políticos, olvidando lo que su
líder cristiano dijo: “A César lo que es del César y a dios lo que es de dios”.
La
solidaridad, la reciprocidad se ha ido abriendo paso, pero de manera
insuficiente, pues los desastres naturales en la amazonía parecen solo
movilizar a algunos. Mientras el sentido de trascendencia de muchas personas ha
sido capturado por la incertidumbre y el miedo que esta genera.
Este
año debía ser histórico. Así lo fue. La lectura de lo que este gobierno
y este congreso electos significarán en la historia está en construcción. Es la
primera vez que un docente es presidente, y es el congreso con mayor número de
maestros en la historia. Ganó una plancha presidencial incompleta porque un
candidato está cumpliendo sentencia. En el legisltaivo y en el imaginario
político ingresaron nuevas fuerzas de derecha, abiertamente totalitarias, con
agendas anti derechos, y simpatizantes más que de una propuesta económica
liberal, de un libertinaje y resurgimiento de un neo-feudalismo evasor de
impuestos y responsabilidades. El fujimorismo se resiste a desaparecer, y se
reinventa una vez más. La(s) izquierda(s) está en el poder, pero al mismo tiempo se
encuentra(n) quebrada y debilitada.
Es un
balance, no la predicción al 2022, pero la tendencia de la triple crisis
sanitaria, económica y política es seguro que continuará. La única certeza, es
la ausencia de la misma.
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