Salud y Comunidad

En una entrega anterior, exploramos la concepción que tenemos de salud y de salud "mental". En tal ocasión señalábamos por ejemplo que no todas las personas van a desarrollar un trastorno o enfermedad “mental” como consecuencia de la pandemia y el periodo en distanciamiento, aunque muchas personas podemos sentir reducido nuestro bienestar emocional, mental, o como queramos definirlo. También enfatizamos que la salud es un estado de bienestar integral que incluye tanto lo que entendemos como “mental”, como lo físico y lo social. Me atrevería a agregar lo espiritual.

El anuncio presidencial sobre la salud mental logró generar cierta expectativa, incluso en escépticos. Pero advertíamos que se requería mirar mejor el bienestar como algo integral y comunitario. Esto supone un acuerdo previo sobre lo que se entiende por comunitario.

Una mirada conservadora de lo comunitario, lo restringe al espacio en el cuál implementar políticas, es decir, tomar la organización barrial o comunal para desplegar a través de ella diversas estrategias, como convocar o difundir una campaña de vacunación o un tamizaje sobre la prevalencia de la depresión. Denomino a este acercamiento conservador, porque en realidad no está buscando comprender la dinámica de las relaciones interpersonales, la cultura y sentidos de bienestar, sino que se monta en un extremo de la convivencia social, que es su organización política (la presidenta del vaso de leche, el apu o comité comunal) para desarrollar una serie de actividades basadas en la interpretación individual y segmentada de las personas. Dicho de otra forma, no se nutre de las lógicas de las interrelaciones para comprender la problemática y proponer alternativas, sino que ya tiene la alternativa previamente diseñada y la implementa a través de las facilidades que ofrece la organización pre existente.

Mientras más distante sea la concepción cultural del bienestar, respecto a la alternativa planteada desde una mirada externa, mayor posibilidad de conflicto habrá, y menor posibilidad de éxito. Esto no significa que, en el otro extremo, al compartir una misma matriz cultural, la intervención externa triunfe o sea sostenible en el tiempo.

Una segunda aproximación que busca alejarse de la relación instrumentalista, es la impulsada desde la educación popular y desarrollo social, y que promueve desde los propios espacios comunitarios el análisis de la problemática y las alternativas de solución. Este objetivo en la práctica puede lograr algunos cambios más perdurables, pero cuando no se abandonan los propios estereotipos y concepción de la vida para entender al “otro”, puede resultar nuevamente en fracaso.

En estas líneas lo que describiré es concepción diferente cualitativamente de las anteriores. No es una propuesta mía, ni algo que no haya sido ya propuesto o puesto en práctica con anterioridad desde experiencias focalizadas desde la educación, la antropología, las artes y otras ciencias sociales, incluyendo la psicología.

Partiré desde esta última afirmación, donde señalo que la psicología es una ciencia social. Esto es un debate abierto, y la mayoría de las personas, sean académicas de diversas disciplinas o “de a pie” suelen entenderla como una ciencia de la salud. ¿Por qué afirmar que sería una ciencia social, incluyendo la práctica clínica? Depende de donde situemos el objeto de estudio. Si es en algún proceso que sucede “internamente” dentro del “individuo” o si es en procesos que ocurren en la “interacción”, con un “contexto” que es capaz de crear o generar una realidad.

Por ello, el debate postergado en el artículo precedente sobre qué es lo “mental” o cuál es el objeto de estudio de la psicología, en realidad tiene una gran trascendencia, pues marcará el camino de acción.

Este es un intento por describir nociones y debates complejos de manera sencilla, y ofrezco las disculpas del caso si al simplificar caricaturizo sin querer o dejo temas sin profundizar. No es un artículo académico, sino de opinión. Por ello en estas líneas no pretendo rebatir ni deslegitimar los argumentos que ubican a la psicología como una ciencia de la salud y que trata al individuo y sus procesos internos. Esta es por el contrario una invitación a mirar desde otro ángulo y aprovechar las oportunidades que ofrece esta otra mirada. Como en la metáfora de un elefante en un cuarto oscuro, donde cada uno desde su segmento describe una parte sin adivinar qué es, solamente integrando las perspectivas diversas es que entenderemos el todo.

Si la psicología ubica su objeto de estudio en las relaciones desde una mirada contextual, establecerá diálogo no solo con la medicina, la neurología y la biología, sino también con la lingüística, la antropología, la sociología, la pedagogía y otras disciplinas que perciben otros aspectos del elefante.

Si la salud (mental), concebida como estado de bienestar, se encuentra en estas interrelaciones, las apuestas para mejorar la salud deben orientarse a estas interacciones, y en especial a las concepciones que debilitan el bienestar de las personas. Para ser congruente, esta concepción debiera sobreponerse a la división de lo “mental”, respecto a lo físico, a lo social, e incluso de lo espiritual.

La gran mayoría de culturas ancestrales o tradicionales en el Perú y el mundo conciben la sanación como algo integral, que incluye a un ser (o seres) superior, una acción sobre el cuerpo, y otra sobre lo que en la modernidad occidental llamamos “mente”. Esta práctica sanadora simultánea es la que logra la sanación, una medicina con un petitorio (o rezo) y un espacio seguro para compartir lo que nos aqueja y encontrar paz para emociones y pensamientos.

El ser humano biológicamente es frágil, lo que ha permitido su evolución (además del desarrollo intelectual) es su capacidad de crear entornos en interacción permanente con otros humanos, y a partir de ello crear realidades, es decir, formas de entender el mundo a lo largo del tiempo y de las culturas. Estas interpretaciones son las que permiten sobre ellas construir formas de convivencia y normas sociales que guían nuestras interacciones y lo que definimos como normal, anormal, sano y enfermo, así como lo que entendemos por bienestar o buen vivir.

Una estrategia comunitaria bajo esta concepción integral de las personas y su entorno se orientaría al cambio de sentidos de las interacciones. Implica promover interacciones que coadyuven a lo que el colectivo defina como bienestar, que evite la generación de estigmas a quienes tienen problemas en su salud (mental) integral.

Hacerlo de manera masiva significa transformar la lógica de culpables o cómplices, o de “sálvese quien pueda”, hacia una lógica donde el cuidado es recíproco, y el énfasis en la búsqueda de soluciones supere a la cacería de culpables, estigmas y señalamientos. Implica una campaña que no se limite a generar miedo o a anunciar castigos a quienes no cumplan las novísimas normas sociales que ni ha dado tiempo de interiorizarlas, un cambio social de comportamiento suele tomar más de un par de generaciones. Implica varias acciones simultáneas que motiven a este cambio de paradigma que nos permita entender que para salvarse uno mismo, hay que salvar primero a los demás. Es un cambio que tomará, ya se dijo, varios años, y por ello es tan urgente iniciarlo, tomando la oportunidad de la coyuntura.

Colofón para otakus: "Shinji acepta, al fin, la idea de Rei acerca de los demás nos definen." Me gustó mucho este análisis del final de Evangelion: shorturl.at/xFKW4 


 

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