Carta abierta a las personas extrovertidas

Queridas y queridos extrovertidos, juergueros, pachangueros y seres altamente sociables de mi generación, generaciones anteriores y posteriores, boomers, equis, millenials y demás.

Hace muchos años, hubo un colega mío que patentó las características de extraversión e intraversión como rasgos que definen la personalidad. Esta idea se extendió hasta hacerse de uso y abuso popular[1]. De allí que tomo esa terminología para trazar la línea imaginaria que separa la forma en que nos gusta pasarla bien.

En algún momento de difusión de las teorías de la personalidad, a alguien, o mejor dicho a una estructura e ideología socio-económica, se le ocurrió que lo ideal era ser extrovertido, y vincular la introversión con patologías y conductas desadaptativas. Así que orientan la venta de sus productos a una persona que además de ser blanca, delgada y de clase media, tiene una sonrisa permanente en el rostro y es altamente sociable. Desde ropa hasta alimentos, la publicidad se encargó de mostrarnos que la felicidad es casi obligatoria, y está asociada a un tipo de cuerpo, capacidad adquisitiva, y a un (supuesto) tipo de personalidad.

La escuela también se ha encargado de transmitir la extroversión como el ideal, a través de la psicología educativa y los tests que aplicamos, así como de quienes son considerados líderes estudiantiles por parte directivos y docentes, y de esa forma también influyen en la percepción de las y los estudiantes. No es casual que el principal motivo específico que señalan las víctimas de acoso escolar (bullying) en el SíseVe, por el cual consideran ser blanco de ataques, es el ser callado o tímido, es decir, introvertidos.[2] 

El mismo mensaje lo transmiten el cine y toda la industria que mediatiza los mandatos sociales en esta era de globalización. Es más, inicialmente este iba a ser un artículo titulado “La venganza de los introvertidos”, parafraseando a “La venganza de los nerds”, película que en realidad no hace más que reivindicar las habilidades sociales de los estudiosos, o dicho de otra forma, mostrar que los nerds también pueden ser extrovertidos.

La tragedia de las trece personas fallecidas en un operativo policial a una discoteca clandestina en Los Olivos, hace que estas líneas se transformen en una carta abierta, con un estilo más personal.

Nunca he sido de ir a discotecas, lo habré hecho contadas veces, y la verdad no me divertía tanto. Disfruto más una buena charla con pocas personas en un ambiente tranquilo con o sin licor. Tampoco soy buena iniciando una conversación, menos aún con personas desconocidas. Si me dan a elegir prefiero quedarme en casa, incluso sola. Disfruto de mi propia compañía tanto o más que la de otras personas. Incluso estando 24 horas con mi compañero en cuarentena, ambos disfrutamos estar cada uno a solas por momentos, aún no extraño tanto las reuniones sociales, y creo haberme adaptado con bastante facilidad.

Es mi forma de ser. No está mal ni bien. Aunque ciertamente tiene y ha tenido varios costos en cuanto a lo que algunas personas puedan juzgar sobre mi persona, en especial cuando evado asistir a una reunión social, o me retiro de ella sin mayor argumento, o incluso si es muy grande, sin despedirme. Cosa que sigo haciendo incluso en las reuniones sociales virtuales.

Recuerdo que conociendo estas limitaciones de la introversión, durante mi adolescencia tardía (17-18) solía auto aplicarme el Test de Personalidad de Hans Eysenck[3], tratando de migrar progresivamente de “melancólica” a “sanguínea”. Creo que incluso el psicólogo de mi colegio me recomendó que debía hacer esa migración, aunque lo de auto aplicarme el test en adelante fue mi completa y autónoma decisión.

Hay otras personas que sí necesitan del bullicio, muchas personas alrededor y el contacto físico para relajarse y sentirse bien. Eso tampoco está mal ni bien. Aunque, esta forma de relacionarse ha sido idealizada y promocionada durante décadas por todos los agentes socializadores. Entonces, para las personas extrovertidas, no solo es su forma de ser, sino que son recompensadas socialmente por ser así. 

Seguramente también habrá otras personas que se esfuerzan por ser extrovertidas, y no saben bien como resistir a la presión social de reunirse en grupos grandes. Estos esfuerzos por ser aceptado son más  comunes en la adolescencia e inicios de la juventud, como en mi caso aplicándome una prueba. (Nota: acabo de percatarme de la ironía de querer volverme extrovertida haciendo una actividad solitaria.)

A las personas extrovertidas les dijeron hace unos cuantos meses que debían quedarse en casa, y que debían guardar un distanciamiento social. Sin embargo, todos los mensajes de los agentes socializadores: familia, escuela, medios de comunicación, productos culturales, publicidad, etc. siguen fomentando y validando el ser extrovertido como lo deseable frente a lo introvertido.

A las personas extrovertidas se les pide cambiar sus prácticas, pero no se les ofrece salidas, ni se valida otras formas de relacionarse y divertirse. Las personas extrovertidas solo intentan volver a su normalidad sin ninguna guía o apoyo y se estrellan contra un nuevo discurso que las acusa de irresponsables e inconscientes. Aquello por lo que hasta hace algunos meses eran queridas, elogiadas y admiradas, hoy está prohibido y multado por las nuevas leyes.

Pienso en un@ joven o adolescente que lleva meses encerrad@, o que solo sale para trabajar, en una casa donde solo se siente abrumad@, incluso cuestionad@ o maltratad@. Su único escape, la única forma de mantener cierto equilibrio emocional es la relación con sus pares, y la forma que conoce de relacionarse y sentir esa retroalimentación positiva es saliendo en grupo. Porque solo eso les hemos enseñado, no por alguna falta de conciencia como Pinocho aplastando a Pepe Grillo. Son personas, no muñecos de madera.

¿Será que dentro de poco su forma de ser estará mal vista como lo es hasta hoy la introversión? Espero que no. Nunca estoy de acuerdo en voltear la tortilla. Prefiero calentar en microondas para que circularmente el calor nos llegue a todas las personas por igual.

Queridas personas extrovertidas, juegueras, pachangueras, discotequeras y altamente sociables, este no es un llamado a que cambien su forma de ser.

Este es un llamado a sumarse a una nueva convivencia en circularidad y complementariedad con las introvertidas, quienes tal vez, les podamos compartir algunas ideas nuevas de como pasarla bien, y juntas encontrar un equilibrio, ese que no son capaces de ofrecernos ni la publicidad y las empresas en su afán de lucro, ni el Estado con leyes y agentes punitivos.

 

 



[1] Para los acuciosos, esa tesis ha sido superada, incluso hay quienes cuestionan desde las psicologías y otras ciencias sociales las categorías de personalidad. Sin embargo, esta terminología se ha impregnado en el habla cotidiana y nuestra forma de categorizar a las personas, que es la razón por la que la empleo en estas líneas.

[2] Cuando una persona reporta un caso, puede especificar desde su perspectiva o la del estudiante agredido el motivo por el cual sucedió el episodio de violencia. Después de “por otra razón” y “solo por molestar”, el principal motivo registrado fue: “por ser callado o tímido”, presente en 2908 casos, representando el 10 % del total de casos. Fuente: MINEDU (2018) Sistema Especializado en reporte de casos sobre Violencia Escolar – SíseVe. Informe 2013-2018.

[3] Me refiero a la más popular que divide en cuadrante de introversión/extraversión y  Neuroticismo/Estabilidad, no a la modificatoria con la dimensión de Psicoticismo/Autocontrol. Según los cuadrante de ambas dimensiones, el “melancólico” se ubica en el introvertido e inestable, mientras que el “sanguíneo” es el exactamente opuesto: extrovertido y estable.

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