¿A qué y a quiénes pretende incluir el actual gobierno?

Según el diccionario, incluir significa “poner algo dentro de otra cosa”, mientras que la Unión Europea define la inclusión social como un "proceso que asegura que aquellos en riesgo de pobreza y exclusión social, tengan las oportunidades y recursos necesarios para participar completamente en la vida económica, social y cultural disfrutando un nivel de vida y bienestar que se considere normal en la sociedad en la que ellos viven". Ciñéndonos a este concepto, la inclusión podría promover estrategias contra la discriminación y falta de poder, ya que esta se mediría también en lo político-legal y social-relacional.

Caben dos tipos de análisis respecto a la aplicabilidad de esta definición en el contexto peruano. La primera, siendo más de fondo será solo señalada por razones de espacio; y la segunda se refiere a las políticas y acciones del actual gobierno bajo la etiqueta de “inclusión social”.

Se ha definido que la inclusión supone que unos ingresen a una vida considerada “normal” en la “sociedad” en que viven. Se entrecomillan las palabras “normal” y “sociedad” por ser ambos conceptos relativos, en especial en un país pluricultural como Perú. Tal vez se quiera “incluir” a un pueblo indígena a la “sociedad” más “occidentalizada” dándoles dinero, cuando su economía no es totalmente monetaria o es definitivamente de trueque. Sin embargo esta “inclusión” suele definir lo “normal” desde la cultura hegemónica, y no considera la existencia en un mismo país de múltiples sociedades con distintos conceptos de lo “normal” y del buen vivir como algo cualitativamente distinto (especialmente en su origen filosófico) al bienestar. Si bien, a nivel de análisis y textos sobre la inclusión, hay lugar para estas diferencias, en la práctica e implementación de políticas, la necesidad de masificar la intervención y de fijar indicadores reduce la presencia de lo cultural y favorece a los datos “duros”.

Ello lleva al segundo punto: La “inclusión social” al estilo de Castilla, Trivelli, Heredia, Humala, en ese orden. Al crearse el Ministerio de Inclusión Social, Humala buscaba ratificar la promesa política de resolver las desigualdades del país. Tal vez por un defecto profesional de economista, pero más probablemente por un sesgo conceptual ideológico, el líder de facto del actual gabinete ministerial ha puesto el mayor énfasis de la inclusión social en la superación de la pobreza, desvirtuando y limitando así el concepto de inclusión, aún con las limitaciones ya señaladas.

Era una aspiración justa de organizaciones indígenas, de mujeres, de afrodescendientes, de personas con discapacidad, de personas con una identidad u orientación sexual distinta a la heterosexual hegemónica el ser parte de la proclamada gran transformación, así como de todas las poblaciones que los mismos teóricos califican como “vulnerables”, en un estado intermedio entre la inclusión y la exclusión por no gozar plenamente de la vida “normal” de la “sociedad” (sic). Antes que se pusiera de moda el desarrollo humano y la inclusión social, cuando surgen los derechos humanos y la convención contra la discriminación, se había establecido la necesidad de desarrollar políticas de acción afirmativa hacia sectores históricamente discriminados como los enumerados al inicio del párrafo. El sustento de estas iniciativas es que las situaciones históricas de desventaja hacen más difícil el ejercicio pleno de sus derechos, o traduciendo a léxico de inclusión, dificultan el goce del bienestar en su sociedad. Un ejemplo sencillo, dos personas con igual ingreso económico familiar y capacidad intelectual, una es varón y la otra mujer, una es heterosexual y la otra gay, una tiene rasgos blancos y la otra es afrodescendiente, una es hispanohablante y la otra quechua, ¿quién tiene ventajas?.

Considerar estos aspectos incluyen otro tipo de información (como incorporar la variable étnica en todo informe estatal para visibilizar a la población afroperuana), otras acciones (como la incorporación del enfoque de género en todo el actuar del estado) y sobre todo otras políticas (como sancionar los crímenes de odio a LTGB y aplicar la consulta previa a indígenas), y no hay voluntad política para ello. Hay voluntad para reducir los índices de pobreza porque eso sitúa de manera favorable al país en el mercado internacional, y por eso el instrumento estrella del MIDIS es el Sistema de Focalización de Hogares (SISFOH, heredero de la información de JUNTOS) que determina cuando una persona o familia se encuentra en situación de pobreza y pobreza extrema. A continuación, cuatro casos para graficar las limitaciones de esta sesgada visión economicista de la inclusión:
  •     El joven W postula a una beca, Educación consulta al MIDIS si este se encuentra focalizado en el SISFOH, y responde que no…pero porque no ha investigado ese hogar.
  •      La señora X tiene un hijo adolescente y mientras estudia recibe apoyo económico de JUNTOS superando con este ingreso el quintil de pobreza, luego su hijo alcanza la mayoría de edad, y al no recibir el apoyo, vuelve a engrosar las estadísticas de pobreza.
  •      El señor Y es un afrodescendiente mayor, trabajó en diversos oficios y está acostumbrado a su independencia económica con la que hizo a sus 3 hijos profesionales, pero no está focalizado como pobre y no puede acceder ni a una pensión, ni a un seguro, pese a que los ingresos de sus hijos no son lo suficientemente altos como para pagar un servicio particular.
  •      La joven Z es quechuahablante, hija producto de violencia sexual durante el conflicto armado interno, tiene derecho a un seguro de salud especial que la pueda resarcir del perjuicio que el Estado le provocó por omisión, la vecina de Z es pobre, y ambas tienen la misma cobertura de salud, aunque sus casos son cualitativamente distintos.

Estas son las situaciones producidas por el enfoque economicista de la focalización y el diseño de programas peruanos de inclusión social. Si bien alivian situaciones de pobreza, no responden a las necesidades y demandas de poblaciones mayoritarias a las que el estado sigue dando la espalda, invisibilizándolas, normando en su conducta sexual, o negándoles a decidir sobre su territorio.

El MEF está logrando incluir a un sector de personas en pobreza al sistema de mercado, no a una situación de bienestar. El MIDIS le ofrece oportunidades a la Sra. Heredia para posicionarse como líder política, pero no restituye derechos a quienes el Estado ha vulnerado por décadas. El gobierno está logrando posicionar al país en el ranking internacional, pero sigue careciendo de información nacional fiable. Así, mientras en la UE y Washington siguen apostando por la receta de la inclusión social y Obama le da palmaditas a Ollanta, en Perú, los cambios estructurales, la igualdad de derechos, la no discriminación, la gran transformación, seguirán esperando invisibilizados por un logo de “Marca Perú”.





Comentarios