La permanente lucha por los derechos laborales



Jane dejó su trabajo formal para postularse a un nuevo programa que le ofrece un mejor sueldo y perspectivas profesionales, pero ningún beneficio social a pesar que el trabajo implica movilizarse en zonas de riesgo. Trabajó dos meses sin que saliera su contrato, y por un problema administrativo, está tardando más de seis meses en cobrar.

Eduardo ha terminado su carrera y viene trabajando en una empresa, por su talento le han encargado más responsabilidades que implica trabajar horas extra y en días de descanso. Sin embargo sigue recibiendo el sueldo de un practicante a medio tiempo.

Meche tiene secundaria incompleta y necesita trabajar. En el mercado grande de su distrito hay una tienda de ropa que pide vendedora, pero al presentarse le exigen entregar su DNI original durante el tiempo que trabaje.

En la oficina de Erik entró una nueva jefa, él por congraciarse se muestra como el más dedicado trabajador, e incluso logró un ascenso. Ahora le demanda a su equipo trabajar días de descanso, domingos, feriados y planifica reuniones después de la hora de salida. Su jefa no lo obliga, pero no se opone al considerarlo proactivo, y el resto de su equipo teme ser juzgado mal si no sigue el ritmo impuesto por Erik.

Kina está feliz de trabajar en el sector público, siendo técnica confió un aspecto administrativo a quienes tenían esa responsabilidad, pero la contadora perdió el dinero a devolver, por lo que Kina no puede recibir su sueldo hasta que se resuelva este problema.


El primero de mayo se designó como Día Internacional del Trabajador en memoria a un grupo de huelguistas que fueron acribillados por la policía en Chicago mientras luchaban por la jornada de ocho horas, que hoy es uno de los tantos derechos a los que hemos renunciado por defender un empleo. Hemos perdido conciencia de nuestros derechos laborales en la vorágine de una economía deshumanizante, y ya solo no nos parece normal trabajar sin beneficios sociales o en condiciones de semi-esclavitud, sino que asumimos el rol de opresores con nosotros mismos y nuestros pares. En vez de construir una sociedad justa, construimos el paraíso de los tiranos y explotadores que ya no requieren luchar contra sindicatos, sino atender a las súplicas de quienes por hambre o ambición tocan a sus puertas rogando por ser explotados y maltratados.

Esta fecha nunca fue festiva, sino de lucha. Aunque hoy, más bien debiera ser de luto porque los derechos a los que renunciamos hoy, le serán negados a las siguientes generaciones, a quienes será más difícil recuperarlos.

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