JDC


En la cosmovisión andina, la concepción del tiempo es distinta a la nuestra, ahí, cuando se rememora o se recuerda se trae al presente lo sentido y vivido en el “pasado” que deja de ser pasado para ocurrir nuevamente. Quiero tomar prestada esa forma de entender el tiempo para que lo que en estas líneas se escriba y se lea, sea siempre en tiempo presente.

La crisis económica y política de finales de los ochentas e inicios de los noventas, junto con el panorama internacional de caída de los principales referentes socialistas y marxistas nos quita referentes palpables de izquierda a una generación que para enfrentar la dictadura fujimontesinista, debemos echar mano de otros valores y principios más universales como libertad y democracia y menos ideologizados, menos relacionados a la justicia social, creyendo en el cuento que lo que tiene cada uno corresponde al esfuerzo realizado.

Algunos nos preguntamos al ver el horror de la guerra interna por qué esta afectó más a unos grupos que otros, mientras en el mundo académico hay timidez para hablar de racismo, hay un político que pone sobre el tapete el tema de desigualdad e injusticia, y lo hace desde un marco conceptual e ideológico, moviéndose con facilidad de un nivel a otro del discurso en un lenguaje a la vez sencillo y apasionado. Es un político que habla con claridad, pero sobre todo, habla, no calla, habla cuando llega a su despacho una madre buscando a su hijo asesinado por los militares, habla cuando el régimen dictatorial lo persigue y ordena matarlo, habla cuando sus aliados en el poder se comportan mal, habla con sustento en evidencias, en teoría, en ética, habla, y alza la voz cuando intentan callarlo.

Es la voz de una generación, y es la voz referente de las generaciones que le seguimos, por momentos la única voz desde la izquierda, por ratos, la única voz consecuente, por mucho, la única voz que habla de las personas con discapacidad, de la discriminación y el racismo, de los pueblos indígenas, de los desaparecidos en el conflicto, de las personas con una orientación o identidad sexual diferente a la heterosexual hegemónica.

Es la prueba viviente que la política puede ser limpia, que se puede tener éxito en la lucha por los ideales cuando se es consecuente y digno en todo momento, en el poder y en la persecución, en la juventud y en la madurez. Es la evidencia palpable que aunque los humanos cometemos errores somos capaces de redimirlos si los reconocemos.

Es siempre es. No fue, ni será, porque siempre es en tiempo presente en nuestras mentes y corazones el impulso y la inspiración de construir una política y un país con ética, justicia y consecuencia. Es, siempre es Javier Diez Canseco Cisneros.

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