El Perú es Lima, Lima es Gamarra, y Gamarra es dinero y comercio

"La Sala Penal Nacional exculpó al autor del secuestro en Gamarra del pasado viernes" De haberse dado las condiciones para que ello pudiera suceder, ese sin lugar a dudas sería un titular compartido por todos los diarios de circulación nacional. Sin embargo, cuando la Sala Penal en verdad exculpó a los autores del secuestro, asesinato y desaparición de 12 personas de los poblados de Parcco y Pomatambo, esto apenas ocupó un par de columnas en los diarios comprometidos con los derechos humanos. No se trata solamente del tratamiento que le da la prensa, sino sobre todo la ciudadanía. Fue realmente positiva la forma como la ciudadanía se interesaba y participaba de lo que ocurría durante la insólita situación de rehenes del pasado 03 de diciembre. Las redes sociales funcionaron generando información y retroalimentándola, traspasando el rol tradicional de receptor pasivo.

¿Qué permitió que se diera esta reacción frente a lo de Gamarra, cuando frente a otros hechos no se reacciona así?

Lima es hoy en día una de las capitales más extensas y quizá la más caótica de América del Sur. Lima no creció de manera planificada, sino a partir de una serie de movimientos migratorios a inicios de la segunda mitad del siglo XX, superpuestos de desplazamientos forzados durante el conflicto armado interno. La exclusión y la violencia poblaron la capital del único modo que podían hacerlo: exigiendo su inclusión en la sociedad y con una violencia expresada en caos.

La inclusión no es algo que se gana sin ceder algo a cambio, y la migración fue creando una nueva cultura que hoy compartimos la mayoría de limeños y que ha vuelto a Lima más inclusiva, pero no menos centralista. Lima aceptó el huayno fusionado con chicha, la chicha fusionada con rock, y el retorno al huayno como folclor. Lima también aceptó las pachamancas, las polladas y hasta las cuyadas, con chicha y con cerveza. Lima adoptó de buena gana un sector que empezó a producir riqueza en el peor momento de la crisis económica, pero exigió a cambio relegar el quechua a las madrugadas del mercado mayorista, instaurar el choleo entre cholos como forma de ascenso social y olvidar y callar la violencia de la que huyeron los desplazados.

Lima sigue siendo el Jirón de la Unión, pero un jirón de pizzas a dos soles y tatuajes al paso. Lima es ahora también Fiori, la Parada, Mesa Redonda, el Parque Industrial de Villa, y como no, es también Gamarra. Pero Lima sigue mirándose solo a sí misma, y el Perú sigue siendo Lima. La migración logró la inclusión de los migrantes con una lógica liberal de mercado, es decir en la medida que producen riqueza y tienen capacidad adquisitiva. No con una lógica de derechos o de ciudadanía. De ese modo se niega la importancia que tiene todo ser humano por el hecho de serlo y se condiciona su importancia a la existencia de factores externos de "éxito". Y el éxito en la sociedad peruana es un cóctel de racismo, clasismo y centralismo servido en una copa de colonialismo mental.

Aquello fuera de lo considerado exitoso y propio para Lima, sencillamente no existe. No existen por ello deudos de desaparecidos, aunque sean 26mil familias. No existen protestas sociales hasta que se toma una carretera o muere un policía. No existen personas que entienden el bienestar de una manera diferente, ancestral. Solo existe Lima, con nuevos actores, nuevo rostro, nueva cultura, y un nuevo territorio cuyos límites se definen por la capacidad adquisitiva de sus habitantes. Más allá de los supermercados y centros comerciales solo quedan los extramuros de esta nueva Lima.

La paradoja a la que nos enfrentamos, es que se logró ampliar el número y diversidad de las cabezas que componen la capital, pero solo para fortalecerla frente a lo que le sigue siendo externo. Por ello el fin de semana Lima se ocupó tres días de su primera situación de rehenes de estándar internacional, en vez de enterarse de las elecciones en 10 de 26 regiones a nivel nacional.

En pocos días se conmemora la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y aún no se ha internalizado uno de sus principios fundamentales: que los derechos son inherentes a la condición humana, y el valor que tiene toda vida humana.

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